Una noche de fiesta del verano de 1988 termina mal. Al menos esa es la impresión que tiene el joven protagonista. Él y su amigo Chino (un pijo cínico y abusivo, pero con un magnetismo inexplicable), habían ligado con una camara latina. ¿Venezolana? ¿Colombiana, quizás? En cualquier caso su belleza, exotismo y desparpajo destacaban en el nada multicultural Madrid de aquel entonces. Los tres terminaron en el chalet de Chino, que se la llevó a su habitación debido a su mayor descaro, atractivo y experiencia. Federico, que así se llama el protagonista, aunque es un nombre que detesta, está muy borracho y se queda adormilado en el sofá. Hasta que lo despierta un disparo y ve a su amigo con un pie ensangrentado. Entonces se desvanece en un episodio de narcolepsia, enfermedad que padece desde pequeño. Al despertar no hay rastro de la supuesta debacle. El chalet está en perfecto estado, así que huye de allí sin preguntar y rompiendo todo contacto con Chino. Veinticinco años después, Federico acude con su hija adolescente a la fiesta de Halloween del colegio de ésta. Allí termina charlando con la camarera de aquella noche, quien también asiste a la celebración con sus hijos. Ella le pregunta por su amigo con lo que a su entender es algo de malicia. Él admite haber perdido el contacto por completo desde hace años, pero a partir de ahí y con ayuda de su prima Gini, intentará dar sentido a su vida y en particular, a ese incidente tan oscuro.
Dividida en dos partes, Sábado, domingo es una novela corta que reflexiona sobre la madurez y sobre la imagen que construimos de nosotros mismos, confrontando nuestra idea del yo con la visión que tienen los demás de nuestra persona. Es también un texto que trabaja muy bien la percepción de la realidad y cómo nuestra interpretación de la misma se ve condicionada por nuestra manera de ser, y a la vez, condiciona lo que somos. Dicho así parecería que más bien se trata de una obra de Philip K. Dick y no de Ray Loriga. No es el caso, para nada. El relato salido de la pluma del escritor madrileño es totalmente realista y refleja a la perfección tanto las inseguridades adolescentes como las dudas de la madurez.
La primera parte me ha resultado totalmente absorbente. La caracterización de los personajes y sus preocupaciones no puede ser más acertada y próxima a una época y un lugar que yo tuve la oportunidad de conocer de primera mano. Y además con la misma edad del elenco protagonista. Federico, su prima Gini y Chino encajan a la perfección en el ideario de los jóvenes de aquellos años. Las preocupaciones son las habituales de ese momento extraño de transición de adolescente a joven maduro: incertidumbre ante el futuro, amor y sexo, la definición de la personalidad y las relaciones. Y Loriga logra manejarlas a su antojo para guiar esa trama que al principio no sabemos si es de intriga y misterio o más bien de crecimiento personal. Tanto por el lado más humilde que representa Federico (en lo humano y en lo socioeconómico), como por el más acomodado y arrogante de Chino, el autor ha conseguido capturar al milímetro el Zeitgeist de la juventud madrileña de aquel momento. El relato va acompañando de algunos detalles y referencias contextuales muy veraces, que como inconveniente, podrían resultar ajenos a quién no los conoce. De todas formas aparecen en su justa medida y se usan solo como puntos de apoyo a la narración, no como ejes centrales.
Al aire de thriller juvenil de la primera mitad de contrapone la segunda parte, que se centra en la relación entre los personajes de Federico y su prima. Esta parte es un poco más cruda y no tan atractiva como la primera. A pesar de que el estilo sigue siendo muy ágil, enfrentarse a la inmadurez de un hombre de cuarentaitantos años resulta más cargante. Claro que pensándolo bien ése es mérito del escritor. Sin duda la triunfadora de esta sección es Gini, la prima del protagonista. Cuando este último le expone sus inseguridades, la coherencia y simplicidad de sus argumentaciones vapulean el débil y ridículo sistema de creencias de su primo, cuya infelicidad y padecimientos se basan tan solo en su falta de carácter. Por resumir, un libro que me ha sorprendido muy positivamente y que viene a reforzar mi interés en Loriga. Se lee en una sentada y la primera parte, por sí sola, constituye una pequeña obra de arte de angustia existencial juvenil a finales del siglo XX.
Y terminó por encantarme también el Onceavo Doctor.
Hace 2 horas
2 comentarios:
Lo que he leído hasta ahora de Loriga no me ha gustado nada. NADA. Pero, ay, este me lo has vendido, Das.
@Oriol: ¡Qué gran responsabilidad! Espero que te guste, en el peor de los casos aunque no sea así te lo vas a ventilar en un par de horas, es un texto muy ligerito. De todas formas cruzo los dedos para que la experiencia sea buena.
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