4 abr 2018

Ya sólo habla de amor - Ray Loriga

Sebastián vive para amar a las mujeres. Sin embargo ha fracasado en todos sus intentos. Más tarde o más temprano sus intenciones se han malogrado. Tanto es así que ya no le quedan fuerzas para darles ni darse más oportunidades. Así que reflexiona sobre ello en una suerte de soliloquio que disecciona su situación desde todas las perspectivas que se nos puedan ocurrir.

Saben dios y los lectores de Das Bücherregal que soy uno de los pocos incondicionales de Ray Loriga que pululan por la blogosfera. Sin embargo eso no anula mi capacidad crítica, así que no me tiembla el pulso al reconocer que Ya sólo habla de amor no es precisamente una de sus novelas más accesibles. Se trata de casi 200 páginas de monólogo atormentado en el cual el protagonista de regodea en la desgracia de haber resultado derrotado en el amor. Salvando las distancias, la insistencia, la repetición de temas con sutiles alteraciones o la angustia que expresa pueden recordar ligeramente a la prosa densa y desesperada de Thomas Bernhard. Pero donde el austriaco habla de soledad, aislamiento, incomunicación y miserias del ser humano, Loriga sólo habla de amor. Su técnica es impecable, no seré yo quien lo niege, pero el tema tratado hace que pierda empaque. Y coste que no dudo del dolor o los estados próximos a la locura que puede provocar este sentimiento tan sobrevalorado. Pero no me parece que la cuestión dé par tantas cavilaciones. O si las da, desde luego a mí no me interesan.

Otro factor que pesa en contra de este título es el rechazo que provoca el protagonista. Su autoexilio del mundo, la huida de los amigos que le tienden la mano o el gozo morboso que obtiene de la desdicha que él mismo se inflige voluntariamente, hacen que al lector le cueste mucho identificarse con él, por más que todos en alguna ocasión hayamos sentido en nuestras entrañas las heridas de un amor que se frustra. Tiene algunos aspectos divertidos que aligeran tanto malditismo y los párrafos interminables de disquisiciones intranscendentes. Habría que mencionar aquí a su alter ego imaginario: Ramón Alaya; se trata de un jugador de polo argentino que acapara todas los rasgos de personalidad que a él le faltan y desearía para sí: triunfador, alegre, dinámico, encantador y algo petulante también. O bien los escasos diálogos que mantiene con Christian, un apuesto, joven y rico suizo a quien conoce en una fiesta en la embajada helvética, y que disfruta en el mundo real muchos de los atributos que Sebastián quisiera tener (aunque juega al rugby, no al polo). En cualquier caso, estas pequeñas rupturas en el formato narrativo original de la obra solo alivian momentáneamente la desazón y falta de chispa que supone enfrentarse a un texto tan espeso sobre un tema tan falto de atractivo. Así que si aún no habéis leído nada del autor madrileño pero os pica la curiosidad, mi recomendación es que eliminéis este libro de entre los posibles candidatos. Yo por mi parte lo voy a considerar un pequeño bache en su producción y tengo intención de seguir dando cuenta de las novelas que aún tengo pendientes. Más reseñas en mi línea en Mirando desde mi atalaya y en Un libro al día. Bueno en ULAD reparten estopa que es un gusto, pero dejando al margen los ataques personales al autor, comparto la idea global de que resulta fallido. Pero para que comprobéis en vuestras propias carnes que esto de la literatura es algo muy personal, y que lo que para mi es no para otros es sí, en Arquetipo's están encantados con el libro.

2 comentarios:

Oriol dijo...

A mí esta novela no me gustó nada. Su protagonista se me hizo insoportable (como el de Caídos del cielo, el otro libro que he leído del autor). Y yo, que soy menos incondicional de Loriga, ya no le daré otra oportunidad al autor. Sorry.

Por cierto, estupenda reseña, como siempre.

Cities: Moving dijo...

@Oriol: Te entiendo perfectamente. Con la cantidad de libros que hay por leer, ¿para qué insistir con un escritor que no te ha gustado? Gracias por tu comentario.

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