14 mar 2021

Amatka - Karin Tidbeck

No hay premeditación alguna, pero desde que empezó 2021 es un hecho que una vez al mes las cosas se conducen de tal manera que me veo escribiendo una reseña especialmente larga, la cual, por intentar ordenar, prefiero redactar con apartados. Aquí va la de marzo.

I. Preliminares
Hubo un tiempo en que el aficionado a la ciencia-ficción lo tenía muy fácil y muy claro cuando se trataba de distopías. 1984, Un mundo feliz y Fahrenheit 451 eran las referencias canónicas que existían en el subconsciente colectivo como arquetipos de este subgénero. De esa manera era fácil reconocer que La fuga de Logan y Edicto Siglo XXI: Prohibido tener hijos también lo eran. Pero las cosas han cambiado mucho desde aquel entonces. Entre finales de los 1990s y principios de los 2000s, el término distopía ha perdido su significado original, que se ha difuminado y desvirtuado hasta límites insospechados. Con la proliferación de medios culturales digitales y blogs, a fecha de hoy se califica de distopía a cualquier obra de ficción que transcurra en un futuro no muy lejano, independientemente de cual sea la realidad humana en ese contexto que se anticipa. Hay quien incluso considera que ni siquiera es necesario que una obra sea de ciencia-ficción para etiquetarla como distopía. Caso especial lo tenemos en lo que anteriormente se definía como ciencia-ficción post-apocalíptica, que ha pasado a ser denominada sistemáticamente distopía, o en el mejor de los casos distopía post-apocalíptica. La serie original de películas de Mad-Max se catalogó en los 1970s y 1980s como lo que es: ciencia-ficción post-apocalíptica. Sin embargo a la superproducción de 2015 Mad Max: Furia en la carretera, esa etiqueta se le quedaba pequeña y en muchos medios catalogó como distopía. Y a nadie chistó. Otro tanto pasó con La carretera: Google me devuelve 58.300 entradas si añado "distopía" al título y menos de la mitad, 27.800, si lo sustituyo por "apocalíptica".

A partir de ahí y una vez abierta la veda, no hay límites a los tipos de distopías que existen si falta el criterio. Hay artículos y reseñas que hablan de distopías totalitarias (adjetivo muy necesario para no confundirla con las popularísimas distopías democráticas o las libertarias), distopías juveniles, distopías románticas de viajes en el tiempo (???), e incluso rizando el rizo, distopías utópicas, que es el supuesto género de Amatka según leemos en la entrada de Karin Tidbeck en la Wikipedia en español.

II. Distopía clásica.
Ante este desbarajuste, creo que es necesario empezar a hablar de distopías clásicas para poner un poco de orden en este sindiós. ¿Y qué sería una distopía clásica, entonces? En su post El género distópico (a vueltas con la distopía), Rescepto hacía a mediados de 2015 un breve pero en mi opinión certero análisis de la distopía, definiéndola como evolución de la utopía, que la precedió históricamente, y en contraposición a ella:
«[...] aunque desde un punto de vista etimológico “distopía” sería cualquier descripción de una sociedad indeseable, su fuerte asociación con su hermana mayor, la utopía, añade algunos requisitos a la caracterización, no por vagos menos importantes. Así, en general, se espera que la situación descrita haya evolucionado (negativamente) a impulso de condicionantes principalmente sociales (políticos, económicos, filosóficos…) o cuando menos por influencia directa (y prevenible) del ser humano (dando lugar, por ejemplo, a distopías de corte ecológico).»
Sin embargo la preeminencia en el género de las tres grandes distopías del S.XX que he mencionado al principio del post, suma una condición más extra para catalogar una obra como distopía clásica:
«[1984, Un mundo feliz y Farenheit 451] han influido en el género, hasta el punto de añadir, de forma oficiosa aunque muy extendida, un nuevo requisito a la etiqueta de distopía: que aquellos que la sufren no sean conscientes de ello y crean mayoritariamente habitar el mejor mundo posible (o, en otras palabras, que se asemejen a un utopía).»
No podría estar más de acuerdo con este influente blogger y autor. Por tanto, sobre este marco de referencia en torno a lo que podemos enterder como una distopía clásica, pasemos por fin al libro que me ocupa hoy.

III. La trama.
Los orígenes de la colonia se han perdido con el tiempo. Se habla de una pionera que halló un túnel al final de cual estaba el mundo que ahora habitan los humanos. Se fundaron cinco ciudades, cada una de las cuales tenía una función específica: cultivo de alimentos, extracción de recursos, administración, etc. Pero una de ellas se destruyó en un gran incendio. Aunque eso es algo que ya apenas se menciona. En realidad hay muchas cosas de las que no se debe hablar de cara a garantizar la estabilidad y la existencia del este nuevo asentamiento humano. Y muchas cosas que es necesario nombrar constantemente para que no pierdan su esencia. Brilars Vanja Dos viaja a la ciudad de Amatka para realizar un estudio de mercado. El objetivo del mismo es conocer las necesidades de productos higiénicos de sus habitantes. Algo a todas luces innecesario porque todas las ciudades se autoabastecen de ellos. Una vez instalada en la vivienda compartida que le ha sido asignada, entablará amistad con sus ocupantes. Una de ellas es Sarols Ulla Tres, una médica jubilada que aparentemente sufre cierto grado de senilidad. Ulla le dará a conocer la obra de una de las pocas poetas que han existido y aún se permiten en las bibliotecas: Berols Anna. La poeta estaba entre los cien habitantes de Amatka que perecieron en el incendio de un centro comunal unos veinte años atrás. Aunque también se dice que en realidad el incendio fue una tapadera, y que esas cien personas no murieron, sino que se marcharon a fundar su propia colonia. Pero de eso tampoco se puede hablar so pena de ser denunciado a las autoridades.

IV. La obra.
Amatka es una de las novelas de ciencia-ficción más asombrosas que he leído en muchos años. La colección de cuentos que leí hace apenas dos meses ya dejaban ver que Karin Tidbeck tenía talento, pero nada me hacía imaginar que me iba a topar con una historia tan fascinante. En mi opinión estamos ante un texto que se adscribe a la perfección a la distopía clásica: una sociedad a la que se ha llegado tras una evolución indeterminada, un gobierno totalitario que limita las libertades en aras de la armonía de la sociedad, la historia se reescribe a conveniencia del poder, el lenguaje se remodela y se adapta a las funciones designadas por el poder, colectivización de la sociedad, aceptación de esa existencia como la mejor posible por parte de los ciudadanos, purgas de los elementos críticos, etc. Sobre esta base, la autora sueca aporta una interesantísima capa de análisis y modelado lingüístico de la realidad como elemento clave, algo que no es nuevo en la ciencia-ficción pero que yo nunca había visto bajo ese prisma hasta este momento.

Tidbeck es extremandamente sutil a la hora de avanzar en la trama. Desde casi la primera página se deja entrever que se ha gestado una gran mentira en este nuevo planeta. El misterio sobrevuela toda la narración y las claves para entender lo que ocurre se nos van desvelando con cuentagotas. Poco a poco las prohibiciones y limitaciones en las libertades hacen que vayamos confirmando nuestras impresiones. El gran mérito de la escritora es hacerlo con un ritmo extremadamente pausado, coherente con la prudencia necesaria para que los protagonistas no sufran la represión del estado. Hay una brizna de esperanza en cada acción que emprenden, pero también hay toneladas de miedo, desconfianza, traiciones, engaños, desesperación, muerte. En fin, lo que un aficionado al género espera de una distopía clásica.

V. El desenlace.
Un acierto más, sin duda, es ese final agridulce. Estamos acostumbrados a que las distopías clásicas terminen imponiendo un final penoso para los protagonistas. No hay solución posible, no hay escapatoria. La única alternativa posible a la vida tal y como se entiende en una distopía es, lógicamente, la muerte. Algo que me ha hecho disfrutar siempre. Tidbeck deja abierta una puerta al optimismo, pero para ello deja un rastro de desolación que te hace que te cuestiones si merecía la pena. En resumen, una novela magnífica. Y además, es una distopía (clásica) con todas las de la ley.

5 comentarios:

Palimp dijo...

¡Apuntada!

Alberto Moreno dijo...

Me impresiona la prosa de esta autora. Tanto en la novela como en sus cuentos es absolutamente precisa, de una claridad lacónica. Imposible expresar más ni mejor por mucho que añadiera.

Cities: Moving dijo...

@Palimp: Espero que la disfrutes, conociendo tu ritmo de lectura tendremos tu reseña en un par de meses máximo ;)

@Alberto Moreno: A mí esta novela me ha parecido espectacular, más aún considerando que la distopía ha sido desde siempre mi subgénero preferido. La pena es que creo que por el momento ya no tiene editado nada más en castellano.

Gracias a los dos por vuestro comentario.

Aeo dijo...

Pues no conocía esta novela pero me estoy terminando Jaggannath y me está gustando bastante por el estilo de la autora. Así que me la apuntó para pendientes. Gracias por la reseña!

Cities: Moving dijo...

Aeo: Pues poco más o menos lo que me ha pasado a mí. He llegado a esta novela por la buena sensación que me causó Jagannath., pero por más que confiara en esta autora, nunca habría imaginado una obra tan rotunda. En todos los sentidos.

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