Aun a costa de resultar pesado y repetitivo, voy a tener que volver a señalar que hay pocos autores que se manejen tan bien en el formato breve como Alice Munro. Que ya lo dice toda la crítica y todo aquel que haya tenido la suerte de leer su obra, pero es que no siempre se puede ser original si que quiere ser honesto. El progreso del amor recoge once relatos cortos que reinciden en sus temas habituales, que se amoldan a la perfección entre mis preferidos: las relaciones interpersonales con sus glorias y sus miserias. En especial con sus miserias. En lo familiar retrata a la perfección las dinámicas que se crean entre padres e hijos, o bien entre hermanos. En las relaciones sentimentales ya sean parejas formales, amantes ocasionales o fijos, o ex-parejas, la paleta de sentimientos que maneja abarca la pasión, la admiración, el rechazo, la indiferencia, la monotía, el aburrimiento, y mil emociones más que para mi disfrute personal, suelen situarse en las zonas menos complacientes del espectro. Porque si hay algo que queda claro tras leer cualquiera de sus cuentos, es que a la premio Nobel de 2013 no le tiembla la mano a la hora de mostrar las contradicciones que suponen las relaciones humanas. Cómo a un breve e intenso peridodo emocionante sigue un tedio al que nos terminamos resignando pero que parece no acabar nunca. Al lector no le resultará nada complicado verse reconocido en cualquier de las tramas, por más que transcurran en Canadá o en diferentes épocas.
Precisamente el tiempo es uno de los elementos que esta autora maneja con mayor habilidad. Sus relatos cortos son capaces de condensar en pocas páginas una saga familiar que incluye tres generaciones. No resulta nada forzado encontrarse con que la acción se reparte entre los abuelos, sus dos hijas, un sobrino y una sobrina nieta. La trama tiene una globalidad temporal asombrosa a pesar de que no siempre sea lineal. En el curso de la narración abundan los flashbacks (que momentos después son en realidad flashforwards) que le permiten cambiar de personaje y época. Para introducirlos suele emplear algún suceso ya mencionado que le sirve de nexo y que por tanto, facilita la transición al lector, que asimila el salto con total naturalidad. Con esta técnica no solo consigue generar esa complicidad mágica que a veces se establece entre autor y lector, sino que además despierta una admiración inequívoca al reconocerla. No tengo queja de ninguno de los libros de Munro que he leído hasta ahora, pero es que este me ha dejado asombrado por su gran calidad.
John Tresch. La razón de la oscuridad de la noche
Hace 2 horas
0 comentarios:
Publicar un comentario