Loady McGee y Signus O’Gynus protagonizan el 80% del contenido los de dos volúmenes de Juventud cabreada. Son repulsivos, repelentes, granujentos, freaks inadaptados. Loady es violento y abusador, Signus es un buenazo y para su desgracia tiene un claro perfil de víctima. Cada historieta repite un modelo de guión muy básico que permite al primero hacer mil trastadas y aprovecharse tanto del segundo como de otros personajes a quienes martiriza. Como elementos diferenciales se sucede una variedad inagotable de elementos escatológicos, homicidas y/o pornográficos: pústulas venéreas, mutilaciones, vómitos, violaciones, amputaciones, etc. En definitiva tramas disparatadas que buscan la carcajada desde un humor negro muy bestia.
En realidad los dos tomos son el paradigma perfecto del estilo underground no solo en el fondo, sino también forma. El dibujo de Johnny Ryan es por tanto intencionadamente feísta. Excepto en las portadas a todo color, usa solo tinta negra sin rellenos ni sombras aunque eso no le impide cuidar el detalle al máximo. No hay mucho más que contar. Se trata de dos cómics que exaltan la incorrección política y tiran de tópicos de todo pelaje para provocar al lector. Una vez aceptadas estas premisas, es posible hasta encontrarle la gracia y disfrutar de la mezcla entre humor y repugnancia que proponen. Pero vamos que no estamos delante una obra maestra, eso tampoco. Tenéis otra reseña en El Francotirador.
Pedro Juan Gutiérrez: Anclado en tierra de nadie
Hace 7 horas
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