Londres un par de años despues del 11-S. Un atentado terrorista con bomba en el aerpuerto de Heathrow causa 3 víctimas mortales y más de 25 heridos. Entre los fallecidos se encuentra Laura, ex-mujer del psicólogo David Markham. Casado en segundas nupcias con Sally, antigua paciente suya e hija de un rico industrial de Birmingham, es precisamente ella quien le insiste para que investigue sobre el ataque, cuya autoría no ha sido reivindicada. Henry Kendall, uno de los compañeros de trabajo de David en el Adler Institute con contactos en el Ministerio del Interior, le facilita la única pista que existe al respecto: una cinta con una grabación en contra de los viajes de vacaciones al Tercer Mundo encontrada en los baños del aeropuerto. Nuestro protagonista empieza a acudir a todas las manifestaciones convocadas a lo largo y ancho de Londres por grupos de todo pelaje. En una convocatoria animalista contra una exposición de gatos, unos supuestos activistas montan alboroto y David es detenido. En el juicio rápido a que le someten un par de días después coincide con tres personas que han sido juzgadas por una pequeña acción contra una agencia de viajes. Se trata de Kay Churchill, Stephen Dexter y Joan Chang. Los tres son residentes en la exclusiva urbanización Chelsea Marina en el este de Londres, y andan metidos en mil actos de protesta contra los gestores de la misma y el ayuntamiento local por lo que ellos consideran abusos contra la clase media: instalación de parquímetros, cuotas abusivas por un mantenimiento deficiente, etc. Aunque las protestas en Chelsea Marina parecen lideradas por Kay, el artífice original de las mismas es Richard Gould, un pediatra que dedica su vida a los bebés con enfermedades terminales. Richard resulta ser un tipo de lo más carismático y con un ideario ambiguo respecto al uso de la violencia. David se implica en las reivindicaciones de Chelsea Marina y a medida que las acciones en la urbanización se intensifican (enfrentamientos con la policía, destrozo de parquímetros, quema de coches de residentes, etc.), la violencia terrorista de propaga por Londres, con incendios provocados en el National Film Theatre, una bomba en la Tate Modern que provoca 3 muertos y el asesinato a sangre fría de una popular presentadora de la BBC. Todo apunta a que los atentados con pérdidas de vidas humanas han sido ejecutados por un Gould fuera de control, momento en que David empieza a ser consciente de que todo apunta a qué la autoría de la explosión en Heathrow también es suya.
Milenio negro es la penúltima novela que escribió James G. Ballard. Se trata, en mi opinión, de uno de los textos más verosímiles que ha escrito el británico, ya que no nos movemos en escenarios post-apocalípticos ni en la Tierra bajo extrañas deformaciones del entramado espacio/tiempo, tan habituales en sus títulos de los 1960s y 1970s. La historia se desarrolla en una sociedad que debe vivir en un clima de pánico terrorista y control gubernamental con que se pretende hacerle frente, ambos producto de los atentados de Al-Qaeda contra el World Trade Center de Nueva York. Por una vez todo lo que se narra podría ocurrir en la realidad, El argumento juega por un lado con el descontento de la clase media profesional británica(1), personificada en Kay, profesora universitaria de cine en paro. Este colectivo, tradicionalmente responsable, dócil, virtuoso, cívico, comprometido y culto, pasa a percibirse a si mismo como la nueva clase obrera oprimida, debido en parte a su autocomplacencia y en parte a causa de su miopía e indulgencia a la hora de considerarse uno de los elementos clave en la estabilidad social. Por otro lado, la radicalización de ideas que representa Gould, está cada vez más a la orden del día y comprende ideas que van desde el neoludismo al anticapitalismo, pasando por el vacío existencial de la cultura del ocio y el consumismo, el rechazo al elitismo cultural excluyente de las clases acomodadas o los abusos económicos y ecológicos sobre los países en vías de desarrollo. De hecho, muchas de las reflexiones que hacen los personajes respecto a la desesperación a que nos conduce la sociedad actual evocan irremediablemente a Plataforma de Michel Houellebecq, aunque Ballard imprime su clásico sello involutivo al añadir la violencia ciega, gratuíta y sin sentido en forma de terrorismo, cuyo resultado no es otro que desvirtuar por completo el significado de las protestas. Muy hábilmente, el autor británco genera en el protagonista cierta ambivalencia, ya que como muchos experimientos psicológicos han demostrado(2), el ser humano no puede evitar verse seducido por la violencia. Por tanto David llega a participar y justificar actos terroristas, aunque sólo con ánimo de provocar daños en bienes materiales.
Resumiendo, una obra brillante, fiel reflejo se la sociedad que estamos viviendo el las primeras décadas del Siglo XXI, a pesar de que el escritor británico cae en uno de los vicios que más detesto, esto es, dotar de referencias urbanas locales al texto: la rotonda del Lambeth Palace, la pequeña casa adosada de Henry en el Swiss Cottage, bajo el puente de Blackfriars, iba al trote por Summer Street, por el puente Putney, por mencionar sólo unos pocos. Me parece ridículo pensar que todos los potenciales lectores se conocen Londres al dedillo, así que tantas localizaciones en realidad no oportan gran cosa. En cualquier caso la novela demuestra que Ballard conocía a la perfección la conducta humana, especialmente cuando se trata de sus aspectos más oscuros y turbios. Más reseñas en el Sitio de Ciencia-Ficción y Cyberdark, aunque en este caso no se trate de literatura prospectiva.
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(1) Por lo que se puede leer en la novela, en base al nivel de ingresos, los hábitos de ocio que se describen, la educación privada, los barrios y los inmuebles en que habitan, etc. etc. estaríamos más bien ante el equivalente de la clase media-alta española.
(2) Veáse por ejemplo el experimento de la cárcel de Standford
Trilogia de la Terra Fragmentada - N.K. Jemisin
Hace 6 horas
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