«Sobre el ritmo de sus formas, silencioso, en la áspera quietud, vuelto el último eco del combate rumor de mar salobre, el viento acre hincha la clámide y mi turbación se embriaga.»Por suerte el grueso del texto es mucho más directo y explícito. Se compone principalmente de sus correrías homosexuales en la Colombia de finales de los 1950s-principios de los 1960s. Los locales que frecuentaba y los amigos que hizo. Los jóvenes amantes que conquistó y sus irreflexivas y casi suicidas aventuras por la ciudad, ya sea en su Lambretta o en el Studebaker de su hermano Darío (ver El Desbarrancadero), quien se convirtió en compañero inseparable en todas las fiestas y saraos a que fue invitado. Como no podía ser de otra forma, Vallejo sigue denunciando la violencia del país que le vio nacer, y que un alarde de homogeneización impensable en otros aspectos sociales, afectaba por igual a hetero y homosexuales, conservadores y progresistas, viejos y jóvenes, población urbana o campesinos.
Por otro lado, y no es algo que me sorprenda a fecha de hoy, el escritor colombiano-mexicano no puede evitar esa arrogancia elitista propia de sus orígenes socio-económicos y familia conservadora. Así que tenemos que aguantar sus diatribas liberales y capitalistas contra la pobreza y los pobres, culpabilizandolos de su propia suerte y ridiculizando y despreciando su existencia con un odio y una inquina que molestan por partida doble al proceder de alguien que forma parte de un colectivo tan ampliamente marginado como el homosexual, y de quien por tanto uno esperaría mayor comprensión con las desgracias ajenas. Estamos ante un ejemplo que viene a demostrar que ser maricón (incluso en la Sudamérica más violenta de los 1960s), no tiene mayor importancia si ademas de maricón eres rico. Poco más puedo comentar; el autor incide también en este volumen en la devoción que tenía por su abuela materna (ver Los días azules), y en su pasión por la música clásica, comparable solo con el rechazo que profesa a los sistemas educativos en todos sus niveles. Resumiendo, un compendio de rarezas igual que tiene todo hijo de vecino. Quiero pensar que terminaré la serie 'El río del tiempo' por curiosidad y porque son unos libritos muy llevaderos, porque a decir verdad cuando Vallejo se pone neoliberal me enerva casi con tanta facilidad como Vargas Llosa, de quien termina siendo poco más que una versión gay y ligeramente pro-animalista. Tenéis más reseñas en Viandante y Prezi.
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