Hoy toca una colección de relatos cortos de terror intrigante y desasosegante que nos llega desde Argentina. Jóvenes adolescentes con graves problemas de comportamiento causados no se sabe bien si por un trastorno psiquiátrico o espectros amenazantes. Críos que juegan con fuerzas desconocidas. El horror de los abusos de la dictadura de la junta militar viajando a través del tiempo. Marginación, drogadicción y pobreza conducen a muertes rituales, dioses paganos, posesiones a cargo de espíritus malignos. Relaciones de pareja tóxicas que actúan como catalizador de lo sobrenatural. Este es un pequeño resumen de las temáticas que baraja
Mariana Enriquez en los doce cuentos que contiene
Las cosas que perdimos en el fuego:
- El chico sucio
- La Hostería
- Los años intoxicados
- La casa de Adela
- Pablito clavó un clavito: una evocación del Petiso Orejudo
- Tela de araña
- Fin de curso
- Nada de carne sobre nosotras
- El patio del vecino
- Bajo el agua negra
- Verde rojo anaranjado
- Las cosas que perdimos en el fuego
La verdad es que todas las historias dejan bastante mal cuerpo, que yo diría que es el mejor elogio que se puede dar una compilación de relatos de terror. Quizás ayuda que el contexto en que se desarrollan es totalmente urbano y contemporáneo, repleto de situaciones cotidianas que los acercan a la experiencia diaria de cualquiera de nosotros. Los finales suelen ser abiertos, algo que encaja perfectamente con la temática, porque a ver, ¿qué sentido tiene explicar lo sobrenatural, lo que queda fuera del control de la física que moldea la realidad? El texto resultará especialmente sexy si como a mí, os gusta la variedad dialectal del español de Argentina, no solo por el uso del léxico propio (remera, colectivo, subte, heladera, etc.) sino especialmente por el voseo y sus fantásticas conjugaciones verbales. Tenéis más reseñas en
La medicina de Tongoy, que fue donde lo descubrí, y
Desde Otranto.
1 comentarios:
Lo leí hace poco y me impresionó la calidad de la autora en un género difícil como es el terror.
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