Ryu y sus amigos son unos adolescentes de principios de los 1970s, aunque ya andan próximos a la veintena. Su día a día consiste en drogas, alcohol, fiestas y sexo. Pueden pasar la mañana en las orgías que organiza un soldado afroamericano destacado en una base militar de la ciudad en la que viven, la tarde en un concierto de rock'n'roll al aire libre, y la noche bebiendo y metiendose estupefacientes de todo tipo en casa de alguno de ellos. Naturalmente esta forma de vida acarrea consecuencias terribles: violentas peleas con extraños que acaban con alguno de los chicos de la pandilla en el hospital, brutales maltratos físicos entre las precarias parejas sentimentales que se han formado, comas provocados por las drogas, etc. etc.
A esto poco más o menos es a lo que asistimos en esta novela corta. No hay más trama que una sucesión de correrías al límite. El lenguaje es tremendamente explícito, tanto en la descripción de los viajes provocados por las drogas como en sus consecuencias físicas (desmayos, vomitonas, paranoias, alucinaciones, etc.), en las despiadadas discusiones y palizas, o en las orgías con los militares americanos.
El relato nos muestra una cara de Japón completamente alejada de la rígida estructura social de sumisión al trabajo que flota en el insconsciente colectivo. Aún cuando estas aventuras urbanas extremas no dejan de interesarme, una serie de factores hacen que la lectura no sea fácil en muchos momentos. En primer lugar está el problema de los nombres de los personajes japoneses. Resulta bastante complicado saber si son chicos o chicas, y al menos a mi me cuesta dios y ayuda distinguirlos: ¿Reiko, Kei, Kazuo o Moko, son nombres masculinos o femeninos? Debido a este desconocimiento me ha costado bastante establecer un gráfico de relaciones entre ellos o quién es la pareja de quién, por momentos he pensado que había incluso alguna pareja gay (algo que no ocurre, aunque sí es cierto que Ryu mantiene relaciones sexuales tanto con chicos como con chicas). En segundo lugar la edición de Anagrama está traducida desde la versión inglesa y lamentablemente no aporta luz a este problema: he encontrado más de un error en los pronombres objeto que no hace sino enredar más este lio de sexos y géneros gramaticales.
Un libro que no está mal pero con una edición no muy cuidada que en mi opinión le hace perder puntos. En cualquier caso, como fan que soy de las vidas excesivas, pienso seguirle la pista a Ryu Murakami. Más reseñas sobre Azul casi Transparente en 10.15 Saturday Night, En el Levante de las páginas y Et Cetera. Guste más o menos según el blog, todos destacan que es una buena narración sobre la autodestrucción, el desapego e incluso la levedad (I beg your pardon???). En fin, ¿quién soy yo para juzgar?, cada lector es un mundo.
La mia pandemia
Hace 16 minutos
2 comentarios:
Una pista: todos los nombres japoneses que terminan en KO son femeninos ;-)
@Bernat: Pero no todos los nombres femeninos terminan en -ko (p.ej.: Kazuyo). Muchas gracias por el apunte, no tenía ni idea la verdad. Lo tendré en cuenta para mi próxima incursión en la literatura japonesa, muy probablemente Mishima en la cuarta y última parte del El Mar de la Fertilidad'
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