6 mar 2022

Guignol's band - Louis-Ferdinand Céline

Seiscientas cuarenta páginas. Esa es la extensión de la edición de Lumen que he leído de Guignol's Band. El tamaño de las páginas es generoso, no lo es tanto el del tipo de letra. Tampoco el interlineado desaprovecha mucho espacio. Acostumbrado a novelas en torno a las 300 páginas de media, he decir que me sentía un poco abrumado al empezar esta lectura por su densidad y volumen. Incluso en algún momento he tenido mis dudas sobre si iba a terminarla (os adelanto que así ha sido). Así que vamos a ver en qué ha consistido la experiencia recurriendo al formato de reseñas extendidas que estrené en 2020. De hecho la cosa ha cobrado tanta entidad que he decidido asignarles una nueva etiqueta: EP.

I. Antecedentes
Mi toma de contacto con la obra de Louis-Ferdinand Céline a principios de marzo de 2013 fue absolutamente asombrosa. Nunca había leído nada tan apasionado, tan inmediato, tan vertiginoso. Tanto es así que un mes después repetía con él y conocía a Ferdinand Bardamu, cuya historia finaliza en el libro que me ocupa hoy. La razón por que llegué a plantearme no terminar el libro es exactamente la misma que maravilló cuando lo conocí: el estilo tan particular de este autor. No es que no me guste la voracidad que transmite, la rabia que destila o la angustia tan vital y reconocible que proyecta. ¡Al contrario, me encanta! Es descarnada, sí, pero es honesta. El problema es que evoca exactamente las mismas sensaciones que las otras tres otras novelas suyas que he leído. ¿Que cambian los acontecimientos que se narran? Eso desde luego, pero al fin y al cabo el autor francés está repitiendo un modelo que le reportó notoriedad, pero que para mí ya ha perdido la chispa de novedad.

II. La trama
Un tribunal médico militar ha declarado inútil para el servicio a Ferdinand (Bardamu), a quien ya conocíamos de Viaje al fin de la noche y Muerte a crédito. Las heridas sufridas en la I Guerra Mundial le han dejado un brazo inservible, tiene metralla en la cabeza que le provoca migrañas diarias y acúfenos que apenas le dejan dormir, sufre caídas contínuamente debido a pérdidas del equilibrio. En definitiva se le ha reconocido una discapacidad del 80% con tan solo 22 años. Cuando sale del hospital se marcha a Londres. Allí entrará en contacto con los bajos fondos y el mundo de la prostitución de la mano de Cascade, un proxeneta francés pariente de un soldado al lado de quien Ferdinand combatió. La precariedad de la vida en esa gran ciudad, las malas relaciones y la inconsciencia e impetuosidad propia de la juventud le harán vivir experiencias arriesgadas, peligrosas y dementes.

III. Estilo
No me queda más remedio que repetir las características de su prosa, tal cual las señalaba en las reseñas de las otras obras suyas que he leído. Como mencionaba más arriba, no hay variación alguna: frases cortas separadas por puntos suspensivos, abuso de interjecciones llenas de imprecaciones; cero sofisticación sintáctica, que aun así es capaz de transmitir emociones complejas, contradictorias, absurdas, auténticas, reconocibles por todos nosotros; uso constante de insultos, groserías, lenguaje arrabalero y un argot con abundantísimos préstamos de caló.

IV. Análisis
Los hechos que se relatan se inspiran en la vida del autor, quien residió en Londres entre 1915-1916. El libro se divide en dos partes; es más, Céline tenía planes de escribir una tercera pero no llegó a hacerlo. En la primera asistimos a una serie de peripecias protagonizadas por Ferdinand y otros personajes del entorno de Cascade. Vividores, delincuentes, prostitutas, policías corruptos o incendiarios simpatizantes del anarquismo se lanzan a aventuras disparatas y cruentas que terminan convenciendo a nuestro hombre de la necesidad de alejarse de ese grupo tan poco recomendable. Es entonces cuando conoce a Sosthène, un aventurero cincuentón que le propone viajar al Tíbet en busca de una flor mística. Para financiar dicha expedición, en la segunda parte (titulada originalmente 'El puente de Londres'), ambos empezarán a trabajar en el desarrollo de máscaras de gas como ayudantes de un adinerado inventor inglés que quiere presentarse al concurso organizado por el Ministerio de Guerra para descubrir la máscara más segura y eficaz.

El nivel de violencia que se expone en esta novela supera con creces a lo que recuerdo de las anteriores entregas. Es verdad que las otras dos narraciones destilan mucha amargura, dolor, frustración y pena, y que los acontecimientos no son precisamente amables con Ferdinand en ninguna de ellas. Pero es que aquí asistimos a palizas, incendios provocados, atentados con explosivos, violaciones y asesinatos brutales sin descanso. Si a esto le sumamos toda la marginación, la pobreza, el hambre y la enfermedad que los rodea se concluye que no es una lectura agradable, por más que por momentos pueda resultar disparatada. De hecho hay varios episodios alucinatorios que aproximan el relato a lo fantástico, sin que en ningún momento Céline se ofrezca ni la más ligera pista del origen de los mismos (¿quizás otro problema más de salud del protagonista?). Esto hechos inexplicables se me han hecho basante pesados, lo reconozco, pero al final me he terminado acostumbrando al ritmo y el tono y no me ha supuesto ningún esfuerzo terminar de leer el libro. Además de fondo tenemos el propósito incansable del protagonista por obrar correctamente a pesar de su desdichas y de un entorno que lo lleva por el mal camino. Esa batalla está inclinada hacia el mal por todo el rencor que le guarda a la vida por lo mal que lo ha tratado. Pero al verse contra las cuerdas, surge una bondad brusca y repentina que no puede acallar. Y ese conflicto me resulta tremendamente adictivo.

V. Conclusión
Visto en restrospectiva, Viaje al fin de la noche me parece más que suficiente para aproximarse a la obra de Céline. Si no fuera porque en su momento me compré también 'Fantasía para otra ocasión' y 'Normance', no tengo del todo claro que volviera a leerlo.

VI. La edición de Lumen
Me compré la primera edición de Lumen, que es una auténtica maravilla. Sus buenos euros que pagué por ella en Iberlibro, aunque desde luego nada que ver con las tres cifras que se piden por las que hay a la venta en el momento de redactar esta reseña. A pesar de lo voluminoso de su tamaño es super cómoda de manejar. Viene repleta de información en las notas al pie de página, que por suerte aparecen en su justa medida para no cansar ni interrumpir la lectura a cada frase. Por un lado nos aclaran las refencias históricas que menciona el texto, y por otro nos revelan información de interés sobre Céline y su obra, ya sea para referenciar los otros dos tomos protagonizados por Ferdinand, o para revelar fallos y errores narrativos en ésta. Un trabajo bárbaro del ínclito Carlos Manzano que fue reconocido con el premio de traducción Ángel Crespo en 1998.

2 comentarios:

Pol dijo...

Estoy muy de acuerdo. A mí me sucedió lo mismo con Céline. No hay duda de que "Viaje al fin de la noche" es una gran novela. Crispada, delirante, rabiosa. Transmite locura en cada página. Estremecedora. Es un testimonio único de esa generación que salió rota en cuerpo y alma de las trincheras de la Gran Guerra. Pero Céline se repite. Y leída la gran novela, lo demás es, a mi juicio, calderilla, aunque de cierto valor. Rigodón, Muerte a crédito etc, bueno: puede no leerse y nada se pierde. Pero el "Viaje" es imprescindible.

La otra cuestión sobre Céline es su ideología. Céline era un rebelde, pero su rebeldía era el fascismo. Era un nacionalista de extrema derecha y un pronazi. Después de la ocupación, fue encarcelado. Luego quedó flotando en el limbo: se admitía que era un gran e indeseable escritor. En Francia lo han metido en el panteón de las glorias literarias por la puerta de atrás. El eterno tartufismo de nuestros vecinos. No se debe juzgar una obra literaria por las ideas políticas de su autor. Pero conocerlas es importante, creo, para entender al personaje en su tiempo. El odio de Céline contra los judíos, por ejemplo, era delirante y engendró todo un libro o libelo o basura en forma de libro: Bagatelas para una masacre.

un cordial saludo.

Cities: Moving dijo...

@Pol: No hay duda de que la ideología de los escritores/artistas puede crear conflicto en sus lectores/seguidores. ¿Cómo separar su faceta pública de la privada? Centrándonos en Céline, su antisemitismo y sus simpatías por el nazismo, él se consideraba un chivo expiatorio si nos atenemos a lo poco que recuerdo (y leí) de sus Cartas de la cárcel. En ese tomo indica que otros muchos personajes que también apoyaron el gobierno colaboracionista de Vichy fueron indultados y algunos de ellos de hecho formaban parte de los diferentes estamentos de la nueva Francia. Esto es poco más o menos lo mismo que Thomas Bernhard denuncia en muchos de sus libros, la fuerte presencia de antiguos nazis en puestos de relevancia de Austria. De lo que no cabe duda es de que Céline es una figura de primer orden en las letras francesas, haya sido reconocido oficialmente o no. Gracias por pasarte y comentar.

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