9 may 2021

98 segundos sin sombra - Giovanna Rivero

Genoveva Bravo Genovés es una adolescente que vive en Therox, un pueblo de mala muerte en la Bolivia profunda donde el cultivo de la planta de coca ha desplazado al resto de actividades económicas. Estamos a finales de 1986 y a la joven le queda poco más de un año para acabar la educación secundaria, momento en que confía podrá marcharse fuera de ese agujero a estudiar una carrera universitaria. Junto con Inés ha fantaseado muchas veces con huir, pero la que es su única amiga padece trastornos alimentarios graves y ya apenas sale de casa. Su padre es un ex-guerrillero comunista depresivo y su madre, bastante ausente desde que tuvo a su hermano Nacho, que nació con alguna discapacidad grave, se ha volcado de lleno en la Transcendencia Espiritual. Súmale a todo eso las Madonnas, el grupo de acosadoras del colegio de monjas, y que su abuela paterna que está a punto de morir, y no hay duda de que la vida para Genoveva no es un camino de rosas. Pero entonces conoce al Maestro Hernán, el gurú que está iniciando a su madre en las misteriosas Enseñanzas de Ganímedes. Y algo muy poderoso surgirá dentro de ella.

98 segundos sin sombra es una de las novelas más emocionantes y vitalistas que he leído en mucho tiempo. La protagonista es una adolescente solitaria e introspectiva que sin embargo está decidida a aprovechar todas las posibilidades que la vida está por ofrecerle. Sus dieciséis años no se dejarán vencer por los problemas familiares y los propios de la edad a los que tendrá que encarar. Y que conste que Giovanna Rivero no tiene compasión y además de al acoso, embarazos adolescentes y la violencia estructural de Latinoamérica, la enfrenta a la soledad, la enfermedad y la muerte. Pero Genoveva saca fuerza de la juventud para superar un drama cuya mangnitud ni siquiera creo que llegue a ser capaz de determinar. Ése es precisamente uno de los grandes logros de la novela y de la autora: lograr transmitir un optimismo demoledor frente a la desdicha. Otro acierto sin duda es la verosimilitud del personaje principal. Todo lo más podremos decir que es un poco redicha y marisabidilla, pero en ningún momento el diaro escrito en primera persona que constituye esta obra parece volcado desde una perspectiva adulta. Que es uno de los mayores errores con los que resulta habitual encontrarse en este tipo de narración retrospectiva con elementos autobiográficos (porque está claro que tiene que haber mucho de Rivero en Genoveva).

En definitiva la historia me ha parecido apasionante y contada con una sensibilidad y crudeza incomparable. En mi caso en particular la nostalgia ha jugado en su favor, y eso que yo no suelo conceder tregua a la nostalgia. Pero es estoy tan harto de que los móviles, las redes sociales y la tecnología en general copen la relaciones interpersonales en la literatura actual, que verme transportado a un tiempo dominado por walkmans y cintas de cassette me ha resultado tremendamente refrescante. El único pero que puedo ponerle es el uso de localismos y dialectalismos desconocidos para mí. A los cuales se suma la jerga adolescente. Pero entiendo que son totalmente necesarios para dotar de autenticidad a la narración. Aunque me hayan dificultado la comprensión del texto en ocasiones no suponen ningún problema para disfrutarla, al margen de que algunos son divertidísimos y encantadores, como los modismos construidos con el sufijo -ingo/a: todingas, seguringo, viejinga, etc. Y como colofón, el cierre no podría haber sido mejor. A pesar de que la perspectiva de lector adulto no permite prever nada bueno en la conclusión de la historia de Genoveva, el final se produce en el instante preciso para hacerte pensar que hay lugar para la esperanza y la aventura. Y cuando en el corazón ya no te queda apenas hueco ni para lo primero ni para lo segundo, ese golpe de efecto ha conseguido que la sonrisa me dure todavía varios días después (aunque a un nivel subfacial, todo sea dicho).

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