Stephen Monk estuvo casado con la famosa novelista británica Elizabeth Rydal, una de cuyas novelas fue 'El mundo al atardecer'. La escritora padecía una enfermedad cardiaca y falleció a mediados de los 1930s. Cuando lo conocemos estamos a principios de los 1940s y reside en los Estados Unidos, que están a tan solo unos meses de entrar en contienda en la II Guerra Mundial. Se acaba de separar de su segunda esposa, Jane Armstrong, una norteamericana con quien tenía una relación muy tumultuosa. Para poner distancia entre ellos se refugia en casa de su tía Sarah, en Dolgelly, un pueblo cerca de Filadelfia con una fuerte comunidad cuáquera, de la cual Sarah es un referente muy activo. Nada más instalarse con su tía, aunque en realidad no le une ninguna consanguinidad, sino un vínculo afectivo muy fuerte, es atropellado por un camión en unas circunstancias algo extrañas. Las fracturas que sufrirá debido al accidente le harán postrarse en cama durante varias semanas, momento que aprovechará para ordenar y clasificar las cartas de Elizabeth, y también para analizar sus sentimientos.
A poco que se conozca la obra de Christopher Isherwood, no resulta difícil reconocer su estilo en El mundo al atardecer. De hecho hay una más que evidente pátina de ficción autobiográfica en la trama y el protagonista. Para empezar Monk comparte con el autor su afición a los viajes, de tal forma que recorre el mundo a lo largo y ancho sin apenas descanso. Pasa largas temporadas con su primera esposa en cualquier ciudad o pueblo donde se sientan cómodos, cambiando a otro solo cuando empiezan a cansarse por el motivo que sea. Nuestro protagonista es además bisexual y ha tenido experiencias sexuales y afectivas con hombres, aunque no demasiado intensas en el segundo aspecto (dado que la novela data de 1954, podríamos situarlo en los grados 1-2 de bisexualidad de la controvertida escala de Kinsey). Se mueve además en ambientes muy exclusivos, tanto en lo económico como en lo social, y tiene acceso al mundo de la alta cultura europea y al mundo del cine en Hollywood. Por último, Monk es caprichoso, egoista y voluble en lo sentimental. Es capaz de entregarse incondicionalmente a su pareja pero también de maltratarla con una conduncta aborrecible. Y ojo que esto último es una mera descripción del carácter del protagonista, en este aspecto no me considero capacitado para encontrar coincidencias con la vida personal de Isherwood en base a otros textos suyos que he leído.
El libro está escrito con una prosa intachable, sencilla, limpia, clara. Narrado en primera persona por Monk, se lee sin ninguna dificultad y los recursos narrativos son bastante sencillos, ya que toda la novela se construye en base a flashbacks. Hay mucho de reflexión y análisis, tanto de los sentimientos como del pulso de la sociedad. No podrían ser más certeros, por más que demuestren lo retorcida que puede ser el alma humana (celos, envidias, inseguridades, etc.). Respecto a cuestiones sociales, Isherwood se alinea con el pacifismo y la militancia LGTB desde un enfoque sorprendentemente directo y sin medias tintas. Algo que resulta admirable y demuestra el compromiso que mantuvo en estos temas durante toda su vida. No olvidemos que se trata de una obra publicada a mediados de los 1950s y que para entonces este autor vivía en USA, donde el mccarthismo estaba en pleno apogeo y el FBI investigaba a todas las organizaciones de defensa de los derechos de los gays.
Por último, habrá a quien los ambientes elitistas en que se desarrolla la acción le puedan resultar un poco cargantes. Estoy pensando en mí mismo, por ejemplo. Al situar la trama en localizaciones exóticas, destinos clásicos de la jet-set, y tener un elenco inacabable de personajes acaudalados, cuando no directamente millonarios, se corre el riesgo de alejarse de la realidad del lector medio, que difícilmente va a poder identificarse con esas experiencias por más que el tema de fondo sean los sentimientos y la conducta humana. Algo debió olerse Isherwood porque hay un personaje, una militante comunista exiliada de la Alemania nazi acogida por la tía Sarah, que precisamente viene a plantear estos problemas. Encuadrado dentro del auge del fascismo de los años 1930s en Europa, Gerda, que así se llama la refugiada, le echa en cara a Stephen el distanciamiento de la realidad social de la obra de su difunta esposa. He de reconocer la réplica de Isherwood es muy inteligente y me ha hecho reflexionar al respecto (no la incluyo aquí para que mantengáis el interés en el libro). Sigo teniendo mis contradicciones en relación a esta cuestión, pero el enfoque que da el autor ha conseguido que sea consciente de no se puede juzgar con ligereza a las personas por unas desigualdades que vienen provocadas por un sistema socioeconómico injusto. Por fin ha llegado quien me haga abrir los ojos a mi arrogancia, que falta me hacía. Desde luego no volveré a incluir en ninguna reseña una boutade del tipo 'me resulta difícil simpatizar con las desgracias de los más favorecidos económicamente', frase que solo viene a probar una falta de sensibilidad tan grande como los fortunas de los personajes a quienes iba dirigida. En definitiva un libro muy interesante y muy bien escrito. No creo que entre en la categoría de imprescindibles de la historia de la literatura mundial, pero reconozco que he disfrutado mucho leyéndolo.
Manuel Puig. Pubis angelical.
Hace 2 horas
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