La tres novelas cortas que reúne Los hijos de Nobodaddy hacen un recorrido por una Alemania marcada por la II Guerra Mundial. 'Momentos de la vida de un fauno' (1953), transcurre entre 1939-1944, cuando para el protagonista, que había combatido en la I Guerra Mundial, era más que evidente que la única salida posible a la tensión que se vivía en Europa en aquellos momentos era una contienda armada que sufriría posteriormente. 'El brezal de Brand' (1951), se centra en la posguerra, justo después de la derrota del III. Reich en el periodo 1945-1946. Por último 'Espejos negros' (1951) es un texto prospectivo post-apocalíptico que nos lleva a principios de los años 1960s, depués de que una guerra atómica haya dejado con vida en el planeta a apenas a un puñado de personas.
Los tres títulos comparten unos elementos comunes tanto a nivel conceptual como formal, de ahí que Arno Schmidt decidiera publicarlas en un solo tomo en 1963. Lo que sin duda fue un acierto porque la sensación de globalidad que transmiten es innegable. Para empezar estamos ante un ejemplo claro de autoficción. En ellas el autor da su voz al protagonista y narrador en primera persona, que ficciona sus experiencias personales y realiza una crítica contundente al pueblo alemán por haber permitido que se alcance esa situación. La prosa es fragmentaria, muy cercana al hilo de conciencia y con muchas referencias literarias (incluso a su propia obra). El escritor alemán es muy irónico y sarcástico, de ahí el tono humorístico presente en todas las obras. De hecho en ciertos momentos lanza algunos exabruptos muy mordaces pero certeros y divertidísimos, evocando al Céline más desatado. También comprobamos que los tres textos incluyen frases sueltas en otros idiomas (inglés principalmente, lengua de la que fue traductor), ya sea como parte del relato o simplemente como broma. Sea cual sea la intención, consigue que su prosa se aproxime mucho al lenguaje hablado. Por último las tres historias se sitúan en torno a la que era su residencia durante los años en que las escribió, en la cual -siempre según Schmidt- hay cierto historial de sucesos inexplicables. Se trata de un pueblín situado en el Lüneburger Heide, el Brezal de Luneburgo, una zona ubicada al noroeste de Baja Sajonia, entre las ciudades de Hamburgo, Bremen y Hanóver.
Hay que reconocer que no resulta fácil entrar en la narración. El factor que más complicado nos lo pone es esa fragmentariedad que comentaba antes. Las tres partes se articulan en torno a párrafos cortos en los que hay una continuidad muy solipsista. El narrador no se molesta en ligar unos con otros porque para él la conexión está muy clara, dado que la está experimentando personalmente. Esto implica que para dotar de sentido a la historia, el lector se ve obligado a hacer un esfuerzo consciente para rellenar esas elipsis brutales, ya sean temporales, argumentales, o espaciales. Tampoco es que sea demasiado complicado la verdad. Tan solo hay que prestar atención, ponernos en su lugar y seguir el ritmo que nos va marcando. De esta manera la lectura fluye sin problemas. A mí me ha parecido muy reconfortante y estimulante poder entrar en la historia a pesar de esa aparente desconexión y saltos en la trama. Por otro lado comparto con Schmidt algunos elementos de su visión del mundo, como el antinatalismo o el rechazo a las religiones, que él centra en el cristianismo. Algo que sin duda ha inclinado la balanza a su favor todavía más.
Y terminó por encantarme también el Onceavo Doctor.
Hace 6 minutos
0 comentarios:
Publicar un comentario