Me estoy dando cuenta de que cada vez me enrollo más en las mini reseñas. Bueno, no en todas pero en algunas sí. ¿Será que voy a volver al formato habitual de una reseña por libro? Pues no lo sé, aunque ganas no me faltan. De momento aquí os dejo el resumen de lecturas de noviembre de 2019.
Mañana tendremos otros nombres, de Patricio Pron. Pues como nunca había leído nada de este autor me dije ahora que ha ganado el premio Alfaguara de novela de 2019 es la ocasión perfecta. ¿Lo era, realmente? Ya os avanzo que no. Estamos ante un soporífero elogio al amor de pareja y una glorificación sin fundamento de la vida en común entre dos personas que se quieren. Está aderezado con alguna que otra crítica a la situación socioeconómica del mundo al finales de la década de los 2010: la pose afectada y carente de principios (a ojos de autor, claro) de los modernos/hipsters, la gentrificación de las ciudades, la precariedad del trabajo, bla, bla, bla. Los juicios que emite resultan innecesarios por manidos y en muchos casos, totalmente equivocados por falta de conocimiento del tema que se trata. Querido Patricio, ¿todavía no te has enterado de que la soja que se planta en el Amazonas previa deforestación de la selva tropical, no se transforma en leche vegetal para el latté de los hipsters, sino en pienso para alimentar las vacas que luego os coméis los omnívoros del primer mundo? ¿Es posible que un tipo tan culto y leído como tú siga ignorando este hecho y recurra a prejuicios reaccionarios e irreales para autoexculparse de responsabilidad en la crisis medioambiental del planeta? Pues anda que hay documentales informando al respecto, te recomiendo que veas Cowspiracy cuando tengas un rato. Errores e imprecisiones al margen, lo más desesperante de la novela es que transmite la idea de que el amor triunfa. El amor triunfa, por dios, me lo dice alguien en sus tiernos veinte años y hasta lo considero encantador por la ingenuidad en que se sostiene esa afirmación. Si me lo dice un tío de cuarentaipico pienso que es imbécil. Es lo más baboso que he leído, yo qué sé, en 5 años por lo menos. Una pérdida de tiempo que por su tibieza triunfará entre los mediocres. Fijo.
Prestigio, de Rachel Cusk. Cierre de la trilogía que no aporta ninguna novedad ni en el fondo ni en la forma a las dos anteriores entregas (ver resúmenes de lecturas de junio y octubre). Hay una clara sensación de globalidad que permitiría publicarlas en un volumen único por su coherencia. Me han encantado las tres novelas. Las he leído con auténtica fruición y he disfrutado de todas las historias que narran. El cierre de ésta última es particularmente memorable por perturbador y nihilista.
Tengo miedo torero, de Pedro Lemebel. Llegué a este libro a raíz de una reseña super entusiasta de Cuchitril Literario hace tan solo unos meses y hoy me toca a mí verter toneladas de alabanzas acerca de esta novela; emotiva, dolorosa, divertida, cruda, idealista, apasionada, encantadora. La acción transcurre a finales de los 1980s en un Chile que está experimentando los últimos coletazos de la dictadura de Pinochet. El protagonista es un marica viejo (cuarentaipocos años, ojo), enamorado hasta las trancas de un joven estudiante universitario hetero miembro de un núcleo de resistencia comunista. El segundo se aprovecha de la situación y su grupúsculo revolucionario toma el piso del antiguo transformista como cuartel de operaciones. Este último se hace el ingenuo y disfruta de las mariposas en el estómago como si tuviera veinte años menos. A destacar el lenguaje empleado por el autor chileno, capaz de transmitir a la perfección la vitalidad del protagonista y repleto de características super originales, como un uso exhaustivo de aposiciones con un potentísimo efecto visual (manos araña, manos gaviota, etc.). Por no hablar de una divertidísima trama secundaria protagonizada por el dictador, a quien se ridiculíza presentándolo como un personaje miserable, ruín y atemorizado. Desde hoy mismo me declaro fan número uno de Lemebel, por lo menos en mi bloque.
Las ballenas volantes de Ismael, de Philip J. Farmer. Yo tengo un problema con las librerías de segunda mano, en especial con la cadena Re-Read. Los libros son tan baratos, los títulos están tan bien clasificados y ordenados, y las tiendas tienen ese aspecto tan pulcro como salido de un anuncio de Ikea que siempre que voy, arramplo. Y voy muy a menudo. Cinco, siete, diez. El máximo por el momento son diez libros de golpe. Y claro, si entras en esa dinámica de comprar por comprar encuentras tanto joyas como bodrios. Que es el caso de esta novelucha de Philip J. Farmer, cuya mera existencia solo se sostiene pensando que va destinada al público juvenil con cero criterio y deseoso de aventuras. Pero si te paras reflexionar en esa posiblidad, la conclusión es que estás insultando al público juvenil sin criterio y deseoso de aventuras. Ya sabemos que ser joven es estúpido, pero me cuesta creer que se pueda llegar a estos niveles de estupidez ni aun siendo joven. Una space-opera que transcurre en un futuro muy lejano en la Tierra, con un marco de referencia evolutivo/involutivo que es ridículo, incoherente, absurdo e insostenible. Se mire por donde se mire. Para olvidar o más bien, para no haber leído nunca.
Mundos cálidos y otros, de James Tiptree Jr. Otra colección de relatos a cargo de Alice Bradley Sheldon, más conocida por su pseudónimo masculino. Comprende los cuentos publicados en los primeros años de su carrera, así que quizás por su falta de experiencia, en general me ha parecido algo más floja que Cantos estelares de un viejo primate, que ya comenté brevemente en septiembre. Hay relatos que no están mal y otros que son bastante inanes. Eso sí, merece la pena solo por leer la introducción de Robert Silverberg: según deduce él, Tiptree escribe tan virilmente que las sospechas de que tras ese nombre tan infrecuente se esconde una mujer son pamplinas. Memorable.
Riesgos de los viajes en el tiempo, de Joyce Carol Oates. Floja, muy, muy floja. No creo yo que ésta sea la mejor novela de la autora norteamericana. No es que haya leído otra, solo dos libros de cuentos, pero aunque no tenga con qué comparar, esta novela es terriblemente floja por sí misma. La acción transcurre en una distopía originada como reacción a la amenaza terrorista que se inició el 9/11. Esto conduce a un estado totalitario que condena a los disidentes del pensamiento único a diferentes formas de olvido: desde reacondicionamientos a desapariciones pasando por un exilio en el pasado mediante un viaje en el tiempo. Un batiburrillo de ideas ya muy trabajadas en la ciencia-ficción, que no solo no aportan nada nuevo, sino que además no van a ninguna parte. Lo único medianamente de interés es que se plantea la duda de si el viaje temporal no será sino una realidad simulada mediante software. De todas formas la trama, ademas de zigzaguear sin ningún interés, se resuelve de manera ridícula. Un libro totalmente prescindible.
Lancha rápida, de Renata Adler. Se preguntan en la editorial Sexto Piso por qué esta novela, que fue un boom de ventas en EEUU hace cuarennta años, no se ha editado antes en español. Como insinuando que se nos ha negado una joya de la hostia demasiado tiempo. Ahí va mi interpretación de los hechos. Para empezar no es una novela. Es una colección de anécdotas. Una colección de textos sin gracia que alcanzan unos pocos párrafos en la mayoría de los casos. Sin demasiada continuidad ni coherencia entre unos y otros, además. Todo lo más que involucran al entorno de la protagonista, una reportera que vive en Nueva York y recorre el mundo para cubrir las noticias más actuales. Bueno actuales a mediados de los 1970s, fecha de su publicación original. Y ese es precisamente el siguiente impedimiento que le pongo al libro. Es un producto de su época, y tantas referencias contextuales lo vuelven añejo. Como un vino malo que encima se ha pasado. Moshé Dayán, Patty Hearst y el Ejercito Simbiótico de Liberación, la Ciudad del Miedo, etc. Un viaje a mi más tierna infancia que solo me ha valido para perder el tiempo. Eso sí, como soy muy fan de la abstracción geométrica y del color, la portada me encanta.
Pedro Juan Gutiérrez: Anclado en tierra de nadie
Hace 7 horas
4 comentarios:
Me alegra que te gustara 'Tengo miedo torero'. Además del lenguaje hay tanto cariño escrito que es imposible que no te alcance.
Ahora tengo curiosidad por saber qué dice Patricio Pron de la soja.
Punto Uno:Yo soy más de llamarles 'carnacas' a esos que llamas 'omnívoros', ya si vamos a mojarnos.
Punto dos:Todo lo demás correcto salvo una cosa.¿Cómo se te pudo ocurrir leer la aberración de Farmer? ¡Dime por favor que llevabas varias copas encima!
@Palimp: Una novela preciosa, gracias por descubrírmela. Es una pena que la obra de Lemebel sea tan difícil de encontrar.
@el convincente gon: Bueno no es sólo de la soja. Pron hace una crítica a la conciencia medioambiental de las nuevas generaciones basándose en prejuicios falaces para así ridiculizarlos: la leche de soja de sus lattés es la causa de deforestación del Amazonas, el café que consumen desplaza cultivos locales en los países donde se origina, las frutas exóticas que tanto les gustan tienen una huella de carbono enorme, el coltán de las baterías de los móviles y portátiles provoca guerras, etc. Todo ello medias verdades que se han instalado en el inconsciente colectivo y que no me esperaba encontrar en uno de los autores en legua española más reputados. Lo cual nos indica que los prejuicios son transversarles con el nivel cultural.
@Lucas Despadas: No hace falta emplear calificativos insultantes para desprestigiar el consumo de carne. Es más, puede ser contraproducente porque le resta fuerza a un mensaje que es incontestable desde un punto de vista lógico (otra cosa es el factor emocional implicado en los hábitos carnistas de la población). Puesto que al final quienes van a sufrir son los animales que seguirán muriendo para transformarse en comida, creo que el esfuerzo merece la pena. Respecto a Farmer, no sé qué me pasa con él. Por más que casi todo lo leo me decepciona, en mi cabeza sigue teniendo el halo de escritor mítico de ciencia-ficción. Por lo arraigada que está imagen suya, debe ser algo que me viene de mis años mozos.
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