La acción de Un mundo infiel transcurre en una ciudad mexicana cercana a la frontera de EEUU a lo largo de poco más de 24 horas. Comienza cuando Guzmán, como tantos otros días, se despierta muy alterado tras sufrir una pesadilla recurrente que viene padeciendo ya durante meses. La particularidad de la fecha es que ese día nuestro protagonista cumple 30 años. Su mujer Ángela se va a casa de sus padres a preparar la fiesta para celebrar el acontecimiento esa misma noche. Guzmán se encuentra con Plutarco Almanza, a quien le gusta hacerse llamar Mayor para presumir de su pasado militar. Terminan borrachos y hasta las cejas de coca en un garito de mala muerte donde Guzmán liga con una camarera a la hora en que debería estar siendo homenajeado por sus amigos. El Mayor, que tiene un puesto de responsabilidad en la seguridad de los ferrocarriles, recibe una llamada de su equipo indicándole que uno de sus empleados, Ernesto de la Cruz, ha sufrido un accidente por no cumplir las normas de seguridad a resultas del cual ha perdido las dos piernas, amputadas por encima de la rodilla tras caer a la via del tren. Lo ingresan en un hospital de Laredo (TX), en EEUU, donde piensan que hay más posibilidades de que le salven la vida, incluso le puedan reponer las piernas. Allí se topará con el doctor Moses, quien se ha trasladado recientemente desde Huston con su hija Shannon. Doc Moses tiene una larga experiencia con drogas alucinógenas diseñadas por él mismo gracias a sus conocimientos de química.
Esta novela corta de Julián Herbert ha supuesto una agradable e inesperada sorpresa. La trama transcurre en tres hilos argumentales diferentes con historias que se mezclan entre sí mediante una sutil pero determinante componente sobrenatural. Los sueños, pesadillas y alucinaciones interconectan a los personajes de cada relato sin que ellos sean conscientes, aportando una dosis de misterio inexplicable muy atractiva y perfectamente planificada. La narración es bastante turbia y coquetea sin rodeos con las drogas, el sexo, la pornografía y las relaciones fuera de lo convencional, la violencia y los crímenes, esto último algo que por desgracia parece coyuntural a ese país pero que paradojicamente, le aporta veracidad. La misma veracidad que se consigue con la variedad de español en que está escrito el texto, con la cual nos zambullimos en ese área fronteriza, y que está plagada de dialectalismos y regionalismos en los que yo, las cosas como son, me he perdido en alguna ocasión. Sin embargo este pequeño inconveniente no supone obstáculo alguno para disfrutar de la prosa, que es ágil y vertiginosa, muy áspera y cruda en ocasiones por las atrocidades que tiene que llegar a relatar. Esta es una de esas pocas veces en que el resumen editorial de la novela hace justicia a lo que contiene el libro, pues se trata de un relato entretenidísimo con un cierto déjà vu cinematográfico tarantiniano al que si algún defecto tengo que buscarle, es que me ha sabido a poco. Tenéis otras reseñas en La buena vida/Café del libro y Altaïr Magazine, donde ha causado tanta agitación y emoción como aquí mismo.
Pedro Juan Gutiérrez: Anclado en tierra de nadie
Hace 8 horas
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