7 oct 2015

Tomates verdes fritos - Fannie Flagg

Tomates verdes fritos es otro de esos libros que han sido superados en popularidad por su adaptación homónima al cine (1991, Jon Avnet). La trama creo yo que la conocerá prácticamente todo el mundo. Evelyn Couch, una mujer cerca de los cincuenta y entrada en carnes, va todas las semanas con su marido a visitar a su suegra a una residencia de ancianos. Como no hay muy buena química entre las dos, ella la deja disfrutando de su hijo y en una zona común conoce a Ninny Threadgoode, una adorable anciana que empieza a contarle la historia de su familia adoptiva desde finales de los 1920s en  Whistle Stop, Alabama. Hay muchos personajes, pero los principales son su hermana Idgie y Ruth Jamison, una joven catequista que fue a ese pueblo a pasar un verano, y la imperecedera historia de historia de amor que surge entre ambas.

El libro es una especie de cuento de hadas contemporáneo para todos los públicos narrado desde perspectivas múltiples. Los capítulos suelen ser muy cortos y van dando saltos entre mediados de los 1980s en la residencia de ancianos y todo el rango entre los años 1920s y los 1960s. Los narradores, los personajes y los contextos temporales cambian a conveniencia. Se emplean a destajo las técnicas más despreciables habituales en los best sellers: raro es el capítulo que no se cierra adelantando un detalle de interés que se resolverá sin falta en el siguiente. Los personajes buenos, que son la gran mayoría, son enormes pedazos de pan. Pasan por situaciones personales muy duras, sin embargo su buen corazón, su amabilidad innata y sus firmes creencias cristianas les hacen poner siempre buena cara al mal tiempo. Su existencia se basa en un optimismo enfermizo y en rezar para que Jesucristo nuestro Señor les haga ser las mejores personas posibles. Los personajes malos, bueno, no hay muchos personajes malvados, uno nada más, pero es malvado a más no poder: Frank Bennett, marido de Ruth durante unos años. Es maltratador, abusador, violador, todo ello enmascarado en una sonrisa seductora y una amabilidad propia de psicópata.

La autora trata muchos temas delicados aunque lo hace con tal tacto que ningún potencial lector puede sentirse ofendido ni por el tratamiento que se le da, ni por sus opiniones sobre los mismos. El caso más claro es el de las protagonistas, Idgie y Ruth, que evidentemente son lesbianas, hecho que para sorpresa del lector con un poco de conciencia histórica sobre discriminación, no supone la menor inconveniencia a toda la comunidad. Tampoco se hace mención directa al mismo en toda la narración, ya sea con esta palabra o con cualquier otra en su campo semántico (homosexualidad, etc.). Todo es Idgie y Ruth no pueden vivir la una sin la otra, Idgie no dejes que Ruth vuelva a marcharse de tu vida porque no lo soportarás, Ruth quería a Idgie más que a nada en el mundo, etc. etc. Por supuesto de acercamiento sexual nada, aunque en ese sentido no hay discriminación por orientación sexual de los personajes, porque ni siquiera se recogen muchas demostraciones de cariño entre cualesquiera que sean los personajes y sus vínculos afectivo-sexuales. El tratamiento del racismo es algo más explícito aunque también difícil de creer por momentos. Se deja entrever que la discriminación a los personajes negros en Whistle Stop es en realidad un paripé para no llamar la atención a la sección provincial del Ku Klux Klan, porque en realidad blancos y negros se tratan con respeto e igualdad. Además los personajes negros tienen siempre un corazón que no les cabe en el pecho de grande que es. Su entrega a sus amigos blancos es total y absoluta, y dicen 'no señó' y 'sí señó' con alegría y amor a pesar de ser muy conscientes de la humillación diaria a que son sometidos. También se tocan feminismo, machismo, las enfermedades mentales (depresión, senilidad, etc.), pero todo muy edulcorado, muy bienintencionado. Sin propósito real de polemizar, sólo para hacernos ver que a pesar de las dificultades de la vida moderna (y de la antigua), lo más importante es afrontar los problemas con una sonrisa, confiando en el amor y la familia. Y en Jesús. ¡Amén!

Ahora a modo de disculpa, diré que me compré el libro el año pasado por 4,95€ durante la oferta de RBA que tantos grandes títulos me ha permitido conseguir por dos duros. Pero claro, reconozco que acertar siempre es pedir demasiado. Tenéis otra reseña en Hislibris; sólo incluyo ésta porque me parece la única medianamente crítica, a pesar de que no tiene reparos en recomendar el libro. El resto de comentarios que he visto en la blogosfera es complacencia pura y dura. Y bastante empalago he tenido que aguantar ya con la novelita de las narices.

3 comentarios:

Palimp dijo...

XDXDXD

No he visto la película y gracias a tu reseña tampoco leeré el libro.

Ana Blasfuemia dijo...

En realidad es que el libro es como un cuento. Amable, amoroso, blando, positivo. Casi edulcorado. Pero le tengo cariño tanto al libro como a la película. :)

Un abrazo

el convincente gon dijo...

¿Pero por qué te lo compraste, Cities? ¿No tienes prejuicios como cualquier persona normal?

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