No voy a poder decir gran cosa de La creación de Gabriel Davenport porque he abandonado la lectura en la página 86. Por lo que he visto la historia trata de una pareja londinense de treintaipocos años (Stu y Beth Davenport) que junto con su bebé (el Gabriel del título), se han marchado de la City para ir a vivir a una antigua granja rehabilitada en el campo. Un día compran una cajita en una tienda de antigüedades y para su desgracia resulta ser la prisión de algún tipo de entidad maligna. Una vez liberado de su encierro de siglos, este demonio (o lo que sea), intentará poseer al pequeño. Su primer intento de encarnación en este ser inocente fracasa, pero se producen una serie de acontecimientos sobrenaturales terribles que dejarán a los padres del pequeño fuera de juego. Así pues, el bebé termina siendo acogido por un filántropo local que ya tiene experiencia en tratar con niños que has sufrido experiencias fuera de lo común. Lo poco que he aguantado depués de esta puesta en situación me ha enfrentado a un Gabriel ya adolescente que convive con otro par de jóvenes en casa del adinerado erudito. La revelación final antes de dejarlo es que se trata de un centro donde se trabaja con niños con facultades psiónicas (telequinesis, precognición, etc.) y que Gabe busca sentido a su presencia en esa mansión, ya que es obvio que no tiene ninguna capacidad psíquica paranormal.
Las abundantes escenas cliché no motivan, todo el rato imágenes ya muy machacadas en la literatura de horror sobrenatural. La velocidad a la que suceden los acontecimientos, que es más propia de una novela de aventuras que de terror, sigue en esa linea pro-abandono. En definitiva la sensación es que la novela de Beberley Lee está dirigida al público juvenil. Y luego la traducción, que sin ser mala, tiene algunas expresiones no demasiado afortunadas en mi opinión. Traducciones muy directas del inglés que requieren un trabajo extra para que suenen naturales en castellano: 'Es por eso que me he puesto en contacto...', 'Cuando hayáis terminado vuestro té, por supuesto', '...que Stu les llamara de vuelta' (p. 54); 'El teléfono de ella no está funcionando' (p. 55). Construcciones y expresiones propias de ese idioma que se trasladan palabra por palabra al castellano, tiempos verbales erróneos, los posesivos usados forzadamente, etc. Yo desde luego no escucho a nadie hablar así, aunque por desgracia cada día resulta más demoledoramente habitual ver artículos en medios on-line así de mal escritos. Pero eso no implica que haya que aceptarlos como normativos, aunque de seguir así el panorama con el tiempo todo se andará. Lo más gracioso del caso es que de pronto en la página 58 me encuentro con 'lingotazo de güisqui', que con esa grafía 100% RAE es como un mazazo capaz de descolocar a cualquiera.
Resumiendo, creo que ha sido uno de los libros que he abandonado con más facilidad por la sencilla razón de que no le he visto nada de interés. Nada. Seguro que tiene su público, pero desde luego yo no me incluyo en ese grupo. Ahora bien, que nadie se piense tampoco que es la obra maestra que sugiere el desbordante número de reseñas positivas que tiene en Goodreads.
Una novela real. Minae Mizumura
Hace 1 hora
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