Es innegable que en 2021 los ejemplos de literatura escrita por mujeres son numerosos y fácilmente accesibles. Lo podemos ver en las novedades editoriales, en los medios culturales tradicionales y on-line, en los blogs. A pesar de lo cual, yo tengo la percepción de que la escrita por hombres es todavía más numerosa y más accesible. Ejemplo: cada vez que voy a alguna librería Re-Read salgo con un buen puñado de libros y la proporción autores/autoras es abrumadora: puede que un libro escrito por una mujer frente a tres o cuatro por hombres. Una explicación posible que en las librerías de segunda mano los títulos son antiguos y que desde una década atrás, tal vez dos, es más fácil encontrar obras escritas por mujeres en los nuevos lanzamientos. En definitiva, esta posible paridad, si es que llega a tal, es reciente. Yo no estoy del todo seguro de que esa situación ideal sea real: incluso a día de hoy, mi impresión es que la literatura escrita por hombres sigue recibiendo más difusión y atención. Ojo que puede que se trate de un sesgo cognitivo, pero lo que está claro clarinete es que en los años 1970s la literatura escrita por mujeres estaba en franca desventaja. Y de eso es de lo que trata Cómo acabar con la escritura de las mujeres, el ensayo que me ocupa hoy.
Joanna Russ hace un recorrido histórico por la marginación que han sufrido las mujeres que se han dedicado a la literatura. Para ello nos expone todas las técnicas que el establishment literario (tradicionalmente compuesto por una abrumadora mayoría de hombres), ha empleado para minusvalorar, ningunear y en el peor de los casos ignorar, las obras que salían plumas manejadas por mujeres. El punto de partida del análisis se sitúa a finales del S. XVIII y se centra la literatura escrita en inglés por cuestiones obvias relacionadas con el origen, formación y áreas de conocimiento de la ensayista. El planteamiento es bastante sencillo: se exponen las técnicas empleadas para restar valor a una obra y se dan ejemplos de ello documentados con material existente (críticas en revistas literarias o periódicos, estudios sobre literatura, opiniones de otros autores/as sacadas de correspondencia privada, diarios, etc.). El panorama es devastador, pero Russ transforma su indignación en un sarcasmo que, al margen de por supuesto realizar una crítica demoledora a esta injusticia, provoca la risa y asombra por su ingenio y mala baba. La simple secuencia de capítulos ya es divertida de por sí, pues se articulan en torno a las formas coloquiales de expresar las técnicas que se emplean para arrinconar los textos escritos por mujeres(1): "No lo escribió ella" (negar la autoría); "no debería haberlo escrito" (contaminación de la autoría), "sí, pero fíjate sobre qué cosas escribió" (doble rasero del contenido), etc. etc.
El ensayo me ha parecido muy necesario y esclarecedor. Además Russ establece un paralelismo entre la marginación sufrida por la literatura escrita por mujeres y la que han padecido otros tipos de literatura escritos desde los márgenes de la literatura masculina, de raza blanca y clase socioeconómica acomodada: autores/as de minorías étnicas, literatura de clase obrera, autores homosexuales, etc. De todas formas en mi opinión el texto cojea en algunos puntos. El primero y más cargante: el estudio es anglocéntrico en un 99,99%. Ya he comentado más arriba que entiendo los motivos de que sea así, pero en cualquier caso este hecho le resta interés y tal vez (solo tal vez), universalidad en su enfoque y conclusiones. Además centrarse en el canon en lengua inglesa lo aleja del marco cultural de los lectores en otros idiomas: no tengo problema en admitir que habré reconocido apenas el 5% de las autoras que Russ menciona en su texto. El segundo fallo que veo es que la traducción al castellano de este tomo llega casi 40 años tarde. Publicado originalmente en 1983, el marco de referencia que maneja la autora es finales de los 1970s-principios de los 1980s, lo que implica un distanciamiento en tiempo muy difícil de salvar por el lector actual. A lo que se ha de sumar que casi todas las personas y obras mencionadas son estadounidenses, con lo cual hay al desfase temporal se une una separación física que dificulta las cosas más todavía. En definitiva, por más que este libro haya sido necesario, pienso que para disfrutarlo hay que entenderlo preferiblemente desde una perspectiva de historia reciente. Sin duda necesitaría una revisión para comprobar si la discriminacion que denuncia sigue teniendo plena vigencia o se ha refinado, porque sin ir más lejos en 2018 Lionel Shriver cuestionaba muy duramente la política de inclusión de Penguin, ideada para fomentar la diversidad de autores en cuanto a procedencia, étnia, género, etc.
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(1) En la entrada de la Wikipedia de este libro los recogen todos y los explican de manera muy acertada y concisa.
Una novela real. Minae Mizumura
Hace 1 hora
3 comentarios:
Sí, coincido plenamente, a mí también me gustó mucho el sarcasmo con que expone la situación de la literatura escrita por mujeres, pero no deja de ser un libro muy estadounidense escrito hace varias décadas, con lo cual se queda corto en bastantes aspectos. De todos modos, seguimos necesitando voces que denuncien que a menudo el trato recibido por unos y otras es bien distinto.
Sí, la autora podría aplicarse el cuento, porque lo mismo que existen estrategias para ignorar la literatura femenina o de minorías, en el mundo anglosajón hay un desconocimiento pasmoso de la literatura escrita en otros países y lenguas. Yo todavía recuerdo aquel "Canon Occidental" del pope Harold Bloom en donde la literatura española o italiana quedaban reducidas al mínimo (Cervantes, Dante y pare usted de contar). Estrategias de invisibilidad por parte del poder cultural (que también es económico y social) hay muchas, no únicamente las de género.
@Elena Rius+abc: Totalmente de acuerdo, cada mímimo avance en la discriminación se ha conseguido mediante luchas enconadas contra el establishment. Pero no caigamos en la falacia del falso dilema: ya sea frente al machismo o al anglocentrismo, toda crítica es necesarias y a todas habrá que dedicar recursos. Es normal que Russ se centre en la discriminación que en esos años padecía la literatura escrita por mujeres, puesto que ella misma es mujer. Eso no la libra de caer en otras estrategias de discriminación a otras literaturas. Ella misma reconoce que puede padecerlas y que en muchos casos son subconscientes, producto de una educación y cultura que se hereda. La idea es abrir los ojos a los sesgos para poder superarlos. Gracias a los dos por vuestros comentarios.
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