Cronomoto es una inclasificable novela de Kurt Vonnegut, la última que escribió allá por 1997 tal cual el propio autor comenta en el prólogo. El prólogo, por cierto, nos resume también la génesis y el argumento del libro en apenas un par de páginas. Inicialmente se trataba de una historia de ciencia-ficción que planteaba un hecho insólito: el 13 de febrero de 2001 se producía una súbita e inexplicable discontinuidad temporal que trasladaba el universo al 17 de febrero de 1991. Todo el mundo de veía obligado a repetir exactamene toda su vida en esos diez años. Sin embargo a Vonnegut el resultado no le convenció. Así que por aquello de intentar producir algo medianamente decente para aprovechar todo el esfuerzo vertido en esas líneas, se le ocurrió salvar las partes más interesantes y mezclarlas con una suerte de relato autobiográfico repleto de reflexiones filosóficas y sociológicas, de todo lo cual resultó el libro que me ocupa hoy.
Kilgore Trout, el autor ficticio y fracasado surgido de la pluma de Vonnegut, es co-protagonista junto con el autor/narrador. Sus novelas y cuentos inexistentes de ciencia-ficción se emplean para desarrollar el aspecto más ensayístico del volumen. Aquí se incluye elementos del ideario progresista y socialista con que el escritor norteamericano se identificó toda su vida y que expone también en otras obras suyas (ver por ejemplo Un hombre sin patria). El humanismo, el antibelicismo, el rechazo a la sociedad de consumo, la defensa de la justicia social, de la igualdad, del reparto de la riqueza, del derecho al trabajo, la protección infantil, de un sistema de pensiones que garantice la vida digna tras la jubilación, etc. También será Trout quien juegue un papel relevante a la hora de teorizar sobre el libre albedrío, otra de sus preocupaciones más presente en todas sus novelas. Y gracias a la disparatada vida que Vonnegut tejió para Trout, abundan las oportunidades para incluir elementos de su habitual humor ingenioso, inteligente y por momentos absurdo que tanto me gusta.
La novela (vamos a tratarla de tal) es muy entretenida y tanto los aspectos de ficción como los filosóficos resultan muy atractivos. En global estoy de acuerdo prácticamente con casi todo su discurso, sin embargo en mi opinión hay algunos puntos en los que patina. Y claro, conociéndome como me conozco, no me voy a quedar con las ganas de destacarlos. El principal es la contradicción que resulta de su optimismo y su confianza ciega en la humanidad después de relatar tantísimas infamias de las cuales los seres humanos somos directamente responsables. Vonnegut reconoce en varias ocasiones que ha disfrutado "una vida digna de vivirse", a pesar de que sufrió la Gran Depresión y tuvo que luchar en la II Guerra Mundial. Se diría que sufre un optimismo patológico. Algo envidiable y que yo querría para mí, desde luego, pero resulta un poco ilusorio si seguimos la lógica de sus razonamientos.
El texto es también una defensa incuestionable de la felicidad que proporciona una gran familia, con esposas, maridos, hijos, ex-cónyuges, hermanos, sobrinos, tíos y toda la parentela que se nos ocurra. Es de suponer que dicho alegato se ajustará a su experiencia personal, pero según lo veo yo comete el error de proyectarla como de validez universal. Porque nadie niega que las relaciones familiares pueden ser reconfortantes a veces. Pero como probablemente todos vosotros, mis queridos lectores, habréis experimentado en vuestras propias carnes, la familia es una institución llena de luces pero también de sombras. Las miserias de la humanidad que él tan convenientemente ha recogido en esta obra también afectan a las relaciones familiares. Y luego para finalizar desprecia el punto y coma como signo ortográfico; se jacta además de no haberlo usado nunca, ¡¿habrase visto una frivolidad igual?!
Tenéis más reseñas en Cyberdark, Indienauta y La tormenta en un vaso. Vaya a continuación a modo de epílogo un apunte sobre la pequeña reseña biográfica que aparece al final del libro. El redactor de la misma señala que Vonnegut sobrevivió al bombardeo de Dresde al final de la II Guerra Mundial. Nada que objetar al respecto dada la importancia que dicha experiencia tuvo en su vida, pues le llevó a escribir Matadero Cinco. Ahora bien, lo que me ha resultado muy cuestionable es la valoración de que dicho bombardeo de los aliados fue justo (sic). Francamente, se me escapa el objeto de dicha apreciación, con la cual no creo que este escritor estuviera de acuerdo. En 2015, fecha de la publicación de este título por Malpaso, debería estar más que claro que el bombardeo de Dresde es uno de los episodios más oscuros de aquella terrible contienda.
Un siglo en Urano
Hace 12 horas
2 comentarios:
Vonnegut me resulta muy simpático como personaje, y suscribo buena parte de sus ideas (no todas, desde luego), aunque sus obras literarias a veces me resultan de difícil digestión. Esta que mencionas parece atractiva y bastante accesible, sin embargo. ¡Qué manía lo de despreciar el punto y coma! Pero los anglosajones hacen trampa, porque ellos usan a menudo el guion largo (dash) con idéntica función.
Lo de calificar el bombardeo de Dresde de "justo"... sin comentarios. Las salvajadas, por mucho que las perpetre el bando vencedor, no merecen ser justificadas nunca.
@Elena Rius: Vonnegut tiene novelas buenísimas, y aquí novela se entiende en el sentido más clásico del concepto. Luego también tiene estos textos a medio camino entre la ficción y el ensayo o sus artículos de opinión que no están mal, pero que me da la impresión de que se publican aprovechando su merecida fama. En este libro, que escribió con 74-75 años, él mismo reconoce que ya no estaba muy inspirado. Como siempre gracias por tus comentarios.
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