Jojo tiene trece años y se encarga del cuidado de su hermana pequeña Kayla porque su madre, Leonie, apenas se preocupa por ellos. Todos viven con sus abuelos maternos en el Mississippi rural. Michael, el padre de los niños, está en la cárcel y es blanco. Ha dejado de hablar con sus padres porque son unos racistas de cuidado y no le perdonan que su pareja sea una mujer negra. Así que cuando termina la condena en la penitenciaría de Parchman, serán Leonie y los niños quienes irán a recogerlo. Pero el abuelo de Jojo también estuvo recluso en esa institución cuando era joven. Allí conoció a Richie, un niño negro de doce años que fue condenado por robar comida para sus hermanos. Jojo conoce la historia de Richie pero solo a medias. Su abuelo no termina de contarla por completo y le oculta muchos detalles sin que él sepa la razón. En el viaje a la prisión sucederán ciertos acontecimientos que provocarán que Jojo sepa lo que en realidad sucedió con Richie.
Jesmyn Ward vuelve a situar la acción de una de sus novelas en el pueblo ficticio de Bois Sauvage, donde también transcurre la que hasta el momento era mi única experiencia con su obra: Quedan los huesos. Sin embargo hay una diferencia muy notable entre los dos textos: mientras que aquélla es una novela realista, en La canción de los vivos y los muertos es la componente fantástica la que da forma a la narración. Y es que algunos miembros de la familia de Jojo tiene una conexión con aspectos espirituales del mundo que abarcan no solo el plano humano, sino también el animal o la Tierra considerada como sistema global. Esto aportará unos elementos de misterio sobrenatural que permitirán conducir una trama adictiva y apasionante.
La acción se cuenta desde tres puntos de vista diferentes: Jojo, Leonie y en menor medida Richie. Cada voz y cada personaje están caracterizados con una precisión asombrosa. Asi, el resentimiento de Jojo hacia su madre se derrama por las páginas, al igual que el amor por su hermana y sus abuelos. Leonie es aparentemente una desalmada, incapaz de mostrar afecto por sus hijos a pesar de amarlos; la pésima relación con los padres de Michael, enturbiada más si cabe por la dramática muerte de su hermano mayor, en la que la familia de sus suegros se vió involucrada, la ha desquiciado. Y Richie se revelará como un pobre inocente que ha sido víctima de una violencia intolerable, de la cual el abuelo de Jojo no lo pudo proteger.
De fondo se muestra la abyección de la sociedad estadounidense por su racismo sistémico hacia los afroamericanos. Súmale la pobreza y marginalidad a que se les condena y el cóctel no puede ser más amargo. Y a pesar de ello, resulta emocionante comprobar la gran dignidad y bondad con que se comportan, cuando la existencia miserable a que son forzados debería ser suficiente para que se levantaran en armas e iniciaran una revolución cruenta. Muy cruenta, mucho. En definitiva, el libro es una auténtica maravilla. Es emocionante, adictivo, brutal, despiadado. El único fallo que le puedo poner, que no sé si achacar a Ward o a la traducción, es que se usan algunos términos con un registro demasiado elevado para el perfil sociocultural que se supone a los personajes: escápulas, crestas superciliares, poliestireno expandido, hendiduras intercostales. Con Leonie puedo llegar a creérmelo, pero es que la mayoría de las veces es Jojo quien usa esas expresiones y palabras tan alejadas de un registro coloquial. En todo caso es un problema menor sin demasiada importancia, que en absoluto estropea la experiencia tan extraordinaria que ha supuesto leer este libro.
Envía un libro a una reclusa.
Hace 3 horas
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