En un futuro no especificado pero no demasiado lejano (dos o tres siglos por delante), el ser humano ha agotado prácticamente todos los recursos naturales de la Tierra. La alimentación ha sufrido el mayor impacto del desastre ecológico, con la agricultura siendo incapaz de proveer comida para los más de 24 mil millones de habitantes. La brecha socioeconómica es abismal y los gobiernos se han vuelto totalitarios, redactando una gran cantidad de leyes que reprimen a los ciudadanos más pobres. El objetivo es que a la larga todos se vuelvan delincuentes y se les pueda condenar a la principal actividad que garantiza la supervivencia: labradores forzados que cultivan la tierra. Knowle Noland fue uno de ellos, pero se unió a un grupo de Viajeros, unos nómadas que viven al margen de la sociedad. Cuando son atrapados, traiciona a su líder, así que recibe un trato de favor por su delación y empieza a trabajar como tripulación de un carguero atómico. Cuando el barco del que ha terminado siendo capitán encalla en la costa de África en una misión comercial, se verá envuelto en una trama política destinada a desestabilizar este continente, cuya importancia para el sostenimiento del resto del planeta es esencial.
Un mundo devastado es una novela de ciencia-ficción que a pesar de datar de 1965, resulta impactante por tratar un problema de lo más actual: el agotamiento de recursos naturales por el abuso continuado del hombre. No es la única distopía que baraja un escenario de desastre medioambietal que conduce a un futuro y una sociedad que convierten en un infierno la vida en la Tierra (quizás la más conocida sea El rebaño ciego de John Brunner). Sin embargo el texto salido de la pluma de Brian W. Aldiss no le queda a la zaga y destaca además por sus características propias.
En primer lugar, la novela de Aldiss condensa una trama hilada a la perfección en apenas 250 páginas. Como contrapartida nos encontraremos con personajes muy poco definidos que podrían haber dado mucho más juego en una narración más extensa. También hay que admitir que la acción transcurre quizás demasiado rápido. Sin embargo ninguno de estos dos inconvenientes se deja notar demasiado porque el autor británico va desplegando la acción a través de diferentes líneas temporales que saltan hacia adelante y hacia atrás, revelando en cada quiebro datos de interés para entender la historia y con un ritmo que engancha al lector sin remedio. Por otro lado, a pesar de esta aparente brevedad, la ambientación distópica es excelente: los abusos a que se somete la población, la devastación de la superficie terrestre o las enfermedades causadas por la malnutrición crónica consiguen transmitir un ambiente asfixiante y demoledor. Finalmente, hacer que África se vuelva la única espereanza de la supervivencia en el planeta es un golpe de efecto originalísimo. Al conceder tanto poder a ese continente, se paga un justo tributo (literario) a la constante explotación que sufre y siempre ha sufrido en beneficio del mundo occidental. Y sin dar demasiados detalles porque revelaría elementos clave de la trama, hay un mensaje fatalista y anti-antropocentrista de una profundidad imbatible, que por su belleza sin duda emocionará a todos los simpatizantes del pesimismo filosófico.
A pesar de los descalabros, vuelvo una y otra vez a la obra de Aldiss porque cuando es bueno es capaz de crear historias sublimes de una originalidad insuperable. Con ésta queda bien claro por qué su nombre aparece en todas las listas de autores representativos de la 'New wave'. No solo porque incluya temas habituales en el subgénero, sino porque el desánimo y la desesperaza con que se aborda la resolución no pueden estar más alejado de lo que venía siendo el género en las décadas anteriores. Es algo digno de admiración que tiene como consecuencia que estemos ante una novela terriblemente actual a pesar de llevar escrita más de 55 años. Incluso los pocos elementos tecnológicos prospectivos que se incluyen y que tienen cierto peso en la trama (unas unidades antigravitacionales), han envejecido estupendamente, ya que la ciencia sigue sin haber desarrollado nada al respecto, con lo cual no han podido quedar anticuadas. En definitiva, un libro excelente que he disfrutado al 100% y que me convence para seguir insistiendo con este autor británico.
Bocas que se cierran - Berta Carmona Fernández
Hace 2 horas
2 comentarios:
Pues no lo conocía, pero me lo apunto. Me gusta cómo suena.
Un abrazo y feliz semana.
@Rocío G. Tizón: Espero que te guste, gracias por pasarte y comentar :)
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