Una profesora universitaria encuentra a un hombre asesinado y castrado mientras hace jogging. Al lado del cuerpo hay escritos unos versos de la malograda poeta argentina Alejandra Pizarnik. En poco tiempo aparecen por la ciudad otro más, y aún otro, hasta un total de tres cadáveres más de hombres con la misma mutilación genital junto a fragmentos de poemas de Pizarnik. Se da la circunstancia de que la profesora -y además escritora-, conoce muy bien su vida y su obra, por lo que para la detective de Homicidios asignada al caso, la que en un principio parecía una testigo casual se vuelve una persona relevante en el caso. Y también para una misteriosa periodista de sucesos que está escribiendo un libro sobre los crímenes. Entre las tres y el ayudante de la detective se creará una misteriosa red de intereses con el ánimo de descubrir al asesino o asesina en serie, pero que por desgracia dejará más incógnitas que respuestas.
Resumido así podría parecer que La muerte me da es una novela negra con posibilidades. Y lo es, solo que las posiblidades son de desesperar al lector, no de entretenerlo. Cristina Rivera Garza da la voz a cada uno de los personajes para exponer una visión personal de la historia en la que no se saca nada claro. Ni por separado ni en conjunto. Y es que da la sensación de que el crimen en realidad no interesa lo más mínimo a la escritora mexicana, mucho más volcada en realizar un ejercicio de estilo que abarca diferentes formatos narrativos desde una posición que cae de lleno en la literatura experimental. Hay una fuerte intención lírica en muchos capítulos, pero de una poesía totalmente fuera de los cánones clásicos (por lo que se da a entender podría emular la de Pizarnik). Otros bloques nos traen un ensayo sobre la poeta argentina, más adelante hay un poemario transgresor tanto en la forma y el fondo, personajes inexistentes que acercan el relato al surrealismo,... Y todo ello con un insufrible aire intelectual de prosa fragmentada, frases inacabadas, etc. etc. Lo que viene siendo un despropósito.
La pregunta de rigor después de la última frase del párrafo anterior es, ¿por qué lo he terminado sin tan indefendible me parece? Pues porque hay muchos capítulos que son apenas un párrafo, y hasta la sección IV (que empieza en el capítulo 51 de un total de 97), que es la recoge la transcripción del estudio académico sobre Pizarnik, tanta extrañeza llamaba la atención. Justo antes de alcanzar ese punto todavía pensaba que la trama noir tenía peso e intención. ¡Si hasta las frases sin terminar o los versos incomprensibles me hacían pensar que estaba ante un texto original, inteligente! ¡Que merecía la pena seguir porque algo así sin duda tenía mucha enjundia! Pero ese cambio de registro fue la gota que colmó el vaso y algo en mi cabeza hizo catacrocker. Terminarlo fue ya una simple constatación del fracaso de esta lectura. El interés en comprender nada de lo que leía desapareció, evidentemente. Y los capítulos más densos cayeron en ráfagas transversales. La sensación final es la de estupefacción: me resulta inconcebible que algo así se haya publicado. Aunque, ¿quién soy yo para juzgar el negocio editorial?
Bocas que se cierran - Berta Carmona Fernández
Hace 2 horas
2 comentarios:
Lo siento, a mí me pareció extraordinaria. Magistral.
@Suetonio: Como la noche y el día, vaya. En cualquier caso me alegro de que lo hayas disfrutado, ¡ya me habría gustado a mí! Gracias por pasarte y comentar.
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