No es que esté en contra de los temas que se tratan en Al faro. De hecho encajan a la perfección en mis gustos. Conflictos familiares. Cómo se puede torcer la vida de los vástagos por los errores cometidos en su educación. Por la frialdad o exceso de autoridad de uno de los progenitores. La eterna confrontación padres-hijos. La hipocresía del matrimonio. De las relaciones humanas, si queremos ir un poco más allá. Muy bien también por Virginia Woolf por mostrarnos sin ambages ni medias tintas que una mujer puede ser feliz y tener una vida completa sin necesidad de casarse con un hombre. ¡Bravo por ella!
De lo que estoy en contra es del estilo, de las yuxtaposiciones, explicativas, interminables, separadas por comas, símiles, con transfondo lírico, que no aportan nada, a la historia que se narra; la cosa no acaba aquí, porque después de una yuxtaposición de seis, de siete, de ocho elementos, o de más, que te obligan a detenerte, una y otra vez, para intentar tomar conciencia de qué se está hablando en realidad, hay un punto y coma, y de nuevo, más enumeraciones, de elementos, sin apenas verbos conjugados, con una intención poética, repletas de sensaciones, de emociones, con imágenes intensas, que por supuesto, se separan por comas.
De lo que estoy también en contra es del cambio de narrador, cada tres o cuatro frases, me obliga a alterar el contexto a cada poco, adaptarme al punto de vista de quien habla, sin descanso, nuevas perspectivas, sin parar, diferentes enfoques, según nos hable la madre, un poco después el padre, la invitada solterona, el hijo pequeño, la hija mayor, el invitado pobre y cascarrabias, el ama de llaves, los jóvenes casamenteros, también alojados en la casa de verano, sin aviso previo, en la mayor parte de los casos, poco más que una referencia al siguiente narrador, con algo de suerte.
Todo el rato así, el libro se me ha hecho interminable, insoportable. Y por momentos con tantas flores, campo, mar, playa, excursiones, pájaros, insectos, libros y comidas, ninguno de los cuales vienen a colación de nada, yo no sabía dónde estaba, quién hablaba, qué nos intentaba decir. Lo mismo que en La Señora Dalloway. Que no es que no tenga mérito o no sea válido, más bien me resulta muy pesado, nada atractivo, a mí no me gusta, no aguanto este tipo de prosa; con este libro de hoy he tenido más que suficiente, me despido de la obra de Virgina Woolf. No pudo ser, Mrs. Woolf, adiós.
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Hace 38 segundos
2 comentarios:
Es narrativa experimental, un juego de construcción de la narración como un entramado de perspectivas complementarias. Al faro debe ser de la época del Ulises de Joyce, un libro tan incomprensible como gozoso, tan pornográfico como fragmentario. Estas formas de narrar se extendieron pero hoy nos resultan extrañas, tal vez inaguantables. En los años sesenta hicieron furor las narrativas polifónicas, con cambios de puntos de vista continuos. Cuando juzgamos una narrativa también juzgamos el tiempo que la vio nacer. Hoy somos más simples y directos, no nos gusta la experimentación salvaje.
@Joselu: Creo que la cuestión clave aquí para que me haya resultado una lectura desesperante es el abuso. Por ejemplo el hilo de conciencia de los múltiples narradores está muy bien conseguido, y a mí es un recurso estilístico que me encanta, pero para seguir el de un narrador o dos, tres todo lo más. A partir de ahí se transforma en una tortura. Como ya comentaba en el post, no le quito el mérito a esta obra, es sólo una cuestión de gustos. Gracias por tu comentario.
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