Emil Sinclair es un niño de buena familia que vive feliz bajo el manto protector de sus padres. Sin embargo es todavía un crio cuando tiene una primera y perturbadora experiencia con las facetas más desagradables del ser humano. A raíz de una mentira que cuenta para hacerse el interesante, un gamberro un par de años mayor que él empieza a chantajearle, reclamandole dinero a cambio de no denunciarle a las autoridades ni revelar a sus padres sus (supuestas) malas acciones. Es entonces cuando al colegio al que asiste se traslada un chaval algo mayor que él. Serio, solitario e intrigante, Max Demian llama podersamente la atención a todos los alumnos por su aire adulto y reflexivo. Para sopresa del protagonista, Demian busca ocasionalmente su compañía. En esos pocos ratos que pasan juntos charlando, comparte con él sus certeras opiniones sobre la realidad, que a pesar de ser totalmente discordantes con las convenciones sociales pretendidamente incontestables, se le revelan verdaderas, innegables, irrenunciables. Demian actuará como un sutil catalizador para el desarrollo de las inquietudes que siempre tuvo Sinclair, invitándole a cuestionarse todos los aspectos de la existencia y a no aceptar las normas por muy arraigadas que se encuentren.
Segunda experiencia con Hermann Hesse tras Siddhartha hace ahora casi dos años. Como en aquella ocasión, estamos ante una novela de contenido filosófico que intenta transmitir la necesidad de autoconocimiento del ser humano como premisa básica tanto para su realización personal, como para vivir una vida plena en armonía consigo mismo y con el resto de la humanidad. El argumento está perlado de elementos esotéricos, referencias a antiguos cultos y religiones primitivas, incorporando incluso ingredientes sobrenaturales (sueños precognitivos, telepatía, etc.). Estos factores, que proporcionan cierto aire de misterio a la novela, no invalidan en absoluto la descarada crítica a las encorsetadas normas morales y sociales que pueblan el texto. Sorprente también por su arriesgada defensa de la dualidad del hombre, en tanto en cuanto reconoce que nos complementamos mediante características opuestas, en una suerte de exposición del concepto taoista del Yin-Yang: bien/mal, luz/oscuridad, masculino/femenino, etc.
Resumiendo, estamos ante una narración escrita en un lenguaje muy sencillo y accesible, pero cuyo contenido sigue teniendo plena vigencia casi un siglo después de publicada. Yo diría que sus actuales herederos (entendidos como manuales de autoayuda, de crecimiento personal, etc.), por el hecho de presentarse como poco más que un listado de instrucciones, pierden el encanto de este libro, que no es otro que invitar al lector a pensar por sí mismo. Tenéis más reseñas en Un libro a día y La cueva del escritor.
Un siglo en Urano
Hace 1 hora
1 comentarios:
Un libro muy valioso, cierto. El legado maravilloso de Hesse. Gracias.
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