Londres en la primera mitad de los 1980s. Paro, recortes sociales, privatización de empresas públicas, recesión, huelgas por todo el país. En pleno thatcherismo los jóvenes ocupan viviendas cuyos dueños han forzado al abandono para que entren en ruinas y así poder especular con el suelo. Alice y Jasper, desempleados y unidos por una insana relación de codependencia, están muy comprometidos con el movimento obrero y han formado su propio partido político: la Unión de Centro Comunista. Después de pasarse tres o cuatro años viviendo en casa de la madre de Alice a sus expensas, tienen que marcharse tras una discusión espantosa entre las dos mujeres. Así que se instalan en una casa ocupada en el 43 de Old Mild Road, donde ya viven otros afiliados. Alice, que está curtida en muchos squatts (tiene 36 años y es la mayor del grupo), enseguida organiza la vivienda comunal. Consigue regularizar su situación con el ayuntamiento y comienza las reparaciones para volverla a hacer medianamente habitable. En este ambiente antisistema decidirán que es el momento de entrar en acción y dejar claro su rechazo frontal al capitalismo y el sistema neoliberal. Y en este estado de las cosas, no ven otra salida que la lucha armada.
La idea que me había formado de La buena terrorista antes de empezar a leerla y sin tener ni una pista de la trama, es que se trataba de una novela política. Con mucha soflama y mucho discurso. Como suele pasar con las ideas preconcebidas, es raro que se ajusten a la realidad. Es cierto que la trama recoge aspectos sociales y políticos inherentes al tiempo en que transcurre, sin embargo estamos más bien ante un drama psicológico que muestra cómo unas ideas políticas se pueden pervertir desde la intransigencia y la intolerancia. Pero bueno, eso ocurre bien entrada la mitad del libro, me atrevería a decir casi el tercio final. Porque la mitad y más no es más que el relato de la inacabables tareas burocráticas y domésticas que lleva a cabo la protagonista en la casa ocupa. El ayuntamiento, la compañía eléctrica, la basura, reparaciones, pintura, preparar sopas de verduras y hacer té y/o café. Alice se convierte en una figura maternal que dedica prácticamente todo su tiempo a cuidar del resto de ocupantes de la casa y del estado de la vivienda en sí. Todos estos aspectos se narran de manera muy ágil y entretenida, pero tanto texto tratando de funcionarios del ayuntamiento o la policía, o bien buscando un calentador de agua o una cocina terminan haciéndose muy cansinos. Es como ver Los jóvenes/The young ones pero en versión seria y realista. Lo único que se puede sacar en claro de todas esas explicaciones es la realidad interna de la protagonista, claro está. En ese sentido Doris Lessing perfila muy bien su carácter y exhibe a la perfección su doble rasero: amable y solícita con sus camaradas de la UCC, pero miserable y desaprensiva con su familia, a quienes no duda en robar el dinero que necesita para poner en marcha la casa ocupa.
La narración muestra muy bien también los conflictos que surgen en un grupo humano. No solo todo el elenco de personajes secundarios tiene unas historias personales detrás como para echarse a temblar, sino que además y como cabría esperar, no todos están a favor de a favor de la lucha armada o de colaborar con otros grupos terroristas (el IRA) o con los infiltrados de la Unión Soviética. De hecho los constantes fracasos que sufren cuando intentan contactar con unos y otros aportan a la novela unos toques de humor bastante crueles. No en vano se descubren como una camarilla de jóvenes totalmente desorientados. Bajo mi punto de vista, lo mejor de la novela son las escasas aportaciones de Dorothy, la madre de Alice. Ya sea mediante evocaciones de la protagonista o en algunos encuentros que mantiene con ella, en estas pocas pero excepcionales ocasiones, queda muy clara la sagacidad de Lessing para en apenas unos párrafos desnudar el alma de los personajes. De esta forma entendemos el porqué de sus actos y las razones que les han llevado a ser lo que son. Que conste que en esas contadas oportunidades me he quedado devastado. Pero tampoco voy a ocultar que para ser lo primero que leo de la premio Nobel de Literatura de 2007, me ha dejado bastante indiferente. Tenéis más reseñas en Novela negra y cine negro y El cerebro habla.
Chinguiz Aitmátov: Más de un siglo se alarga el día
Hace 8 horas
2 comentarios:
Hola Cities: tenía la idea de leer algo de Lessing pero por tu reseña creo que no será esta la novela elegida.
Saludos
@Grabriel Diz: Espero que tengas más suerte que yo. Es de suponer que la fama y el Nobel de Lessing están justificados por su obra, o al menos por parte de ella. Gracias por pasarte por aquí.
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