En 1906 Max, un judío polaco de 47 años que emigró a la Argentina yAunque esté feo decirlo, Isaac Bashevis Singer repite personaje protagonista. Sí, queridos lectores, de nuevo nos encontramos ante un hombre maduro inseguro e irreflexivo que como un donjuan ya caduco, va buscando relaciones carnales con casi todas las mujeres que le salen al paso. A algunas las deja con las ganas (Esther, panadera), a otras les propone matrimonio (Tserele, hija de un rabino), con otras culmina (Ryzel, madame de los bajos fondos), hay a quien intenta violar (Basha, sirvienta), y hay a quienes les propone trasladarse con él a Buenos Aires para una vez allí convertirse en su amante oficial (Madame Theresa, medium y vidente). Evidentemente este comportamiento tan poco juicioso viene provocado por el drama familiar que acaba de experimentar y por la crisis de la edad madura, que hace que reflexione sobre lo que ha sido su vida y sobre lo próxima que está la muerte. A pesar de este dolor de fondo, la trama no deja de ser vodevillesca, con Max todo el rato de un lado para otro prometiendo el oro y el moro a jóvenes muchachas en flor, maduras madames y todo el rango de edad, profesiones, y estados civiles que hay en medio.ha tenidotiene una posición acomodada, vuelve a Varsovia dejando atrás una familia desecha: su hijo Arturoha muertomurió de repente hace dos años, y su mujer, Rochele, ha sufrido un cambio completo,se ha vuelto frígidaha perdido el interés en el sexo y le da carta blanca para acostarse con otras mujeres. Max, muy preocupado por el sexo (cree ser impotente después de varias experiencias fallidas a su regreso a Europa), vuelve a los ambientes judíos de su Polonia natal, y empieza a moverse en un submundodonde hay jefes de banda, trata de blancas, mucho alcohol, falsificadores de documentoscriminal, al que por otra parte él mismo perteneció antes de marcharse a hacer las américas.
Eso sí, destacar como siempre la gran habilidad de este autor para trasladarnos a la Polonia que conoció cuando era un crío, poblada de judíos tradicionales con barba y patillas largas rizadas (ellos) o la cabeza rapada y pelucas (ellas), que hablan yiddish y comen bagels, celebran el Sabbath o el Yom Kippur, pero que empiezan a enfrentarse a nuevas generaciones que relajan las costumbres, con mujeres que se preocupan de la posición de su sexo en la sociedad e incluso debaten cuestiones políticas sin tapujos. Resumiendo, una lectura entretenida pero sin mucho trasfondo, además el cierre deja bastante que desear. De momento nada de lo que he leído de este Nobel supera Enemigos. Una historia de amor. Tenéis otras reseñas en Libros en estéreo y Lector impenitente.
Coincido en que es entretenido sin mucho trasfondo. Por momentos, parece destinado a satisfacer la nostalgia yiddish de la viejo Polonia. Prefiero 'El mago de Lublin', que discurre en unos tonos más locales.
ResponderEliminarGracias por el link.
Saludos.
@Marcelo Zuccotti: Cierto, 'El mago de Lublin' tiene quizás más color, aunque en realidad se siguen repitiendo los mismos esquemas que en esta novela. Un saludo.
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