Boyd Hakluyt (¿pero qué clase de nombre es éste?) es un ingeniero civil especialista en gestión y control del tráfico rodado que ha sido contratado por el ayuntamiento de Ciudad de Vados, capital de un país ficticio centro/sudamericano (no me ha quedado clara la localización exacta) denominado Aguazul. Vados es una ciudad de construcción nueva planificada desde cero por un equipo de expertos mundiales en arquitectura, urbanismo y paisajismo que existe desde hace tan solo dos décadas. Resulta inevitable pensar en Brasilia mientras se lee el texto, no solo porque Aguazul sea un país centro/sudamericano en vías de desarrollo sino también porque la novela se publicó en 1965 y refleja la forma de vida y el estado de la sociedad en esos años(1), que fueron los que vieron nacer a la capital federal de Brasil. El proyecto encargado a Hakluyt por el alcalde de Vados, el ególatra megalomaníaco Juan Sebastián Vados, consiste en la mejora del tráfico de la capital, pues se han detectado algunos problemas tras 20 años de su fundación. Pronto se descubre que los dirigentes máximos de la ciudad se preocupan por cuestiones de muy baja relevancia en un proyecto de esa envergadura y características, lo cual le hace sospechar al protagonista que tras sus mejoras se ocultan en realidad otros intereses no tan simples.
Que nadie piense que Las casillas de la ciudad es otra novela de ciencia ficción de John Brunner donde este autor de la New Wave especula sobre un futuro próximo en la Tierra. Para nada. Estamos ante una obra de intriga política y crítica social que para empezar, tiene una concepción un poco presuntuosa: según indica el autor en una nota al final del libro, la trama se modela según la que parece ser una famosa partida de ajedrez: la Steinitz-Tchigorin, jugada en 1892 en La Habana. Los personajes que pueblan las páginas de la novela -muchos, como suele ser habitual en el corpus de su obra- se identifican con alguna pieza de ajedrez y cada movimiento de aquella mítica partida (imagino que la partida final que dio la victoria a Steinitz, Brunner no lo aclara) se corresponde con una acción sobre el personaje en cuestión. Esto dicho así puede resultar interesante, pero lo cierto es que durante la lectura yo no he sido capaz de imaginar nada por el estilo. En absoluto; muy aficionado a este juego y muy pero que muy avispado hay que ser para establecer un vínculo entre la sucesión de detenciones, desapariciones, suicidios y muertes del argumento y una partida famosa de finales del S.XIX. Así pues, en el capítulo final se nos revela que Vados, que no solo es alcalde de Ciudad de Vados sino también presidente de la República, y su contrincante en lo político, Esteban Díaz el Ministro del Interior, han estado dirimiendo sus diferencias empleando todas las técnicas a su alcance (por lo general sucias, claro: manipulación informativa incluso con imágenes suliminales, control del poder judicial, secuestro de publicaciones, etc.), para forzar a los protagonistas de su partida a tomar decisiones convenientes a cada contrincante.
En mi opinión, además de insulsa, insustancial y boba, esta novela ha envejecido muy, pero que muy mal. Aun cuando muchas de las problemáticas expuestas siguen vigentes en los países en vías de desarrollo (desvío de recursos naturales, malversación de fondos públicos, pobreza y abandono del campo por parte de los campesinos, chabolismo e infravivienda, etc.) la trama está demasiado anclada en un contexto temporal utópico muy anticuado, con los monorraíles recorriendo Cuidad de Vados y los personajes fumando como carreteros a todas horas. Cogí un cigarrillo esto. Apagué el cigarrillo lo otro. Mi anfitrión me ofreció un cigarrillo -que yo acepté-. Tiré la colilla del cigarrillo a un recipiente con arena. Mi anfitriona encendió uno de sus cigarros negros rusos. Vacilé antes de acercar el cigarrillo a la llama. Di una profunda calada al cigarrillo antes de contestar. Tuve que apagar el cigarrillo sin fumar apenas. El cenicero estaba lleno de cigarrillos apagados a medio fumar. Exhaló el humo de su cigarrillo con un aire de desesperación. Recordé el cigarrillo y tiré la ceniza acumulada. Se quitó el cigarrillo de la boca y asintió. Encendí otro cigarrillo mientras el agente repasaba la lista. Y otro cigarrillo, y otro más, y venga fumeque, venga darle caladas al pitillo. Y un paquete, y otro, y venga fumar. ¿Tiene fuego, caballero? Cigarrillo a media noche en la cama. Cigarrillo antes de desayunar. Resumiendo, un libro para olvidar. Desde luego si estáis dejando el tabaco ni se os ocurra acercaros a él. Más reseñas en el Sitio de Ciencia-Ficción, donde no sale nada bien parada.
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(1) En cualquier caso, el fenómeno de las "new towns" no es exclusivo de esos años ni de Sudamérica, ahí tenemos al Instituto Nacional de Colonización construyendo pueblos por todo el campo español tras la Guerra Civil a partir de 1939, o el New Towns Act 1946 aprobado por el parlamento de UK tras la finalización de la II Guerra Mundial para planificar y construir ciudades nuevas en un país devastado por los bombardeos.
Confieso no recordar mucho de esta novela pero ¿No era aquí donde el protagonista manipulaba la opinión de la gente redirigiendo el tráfico por zonas de chabolas para que estuvieran de acuerdo en eliminarlas?
ResponderEliminar@Palimp: Casi-casi: en realidad esa era una de las imposiciones innecesarias para el proyecto a que el protagonista se vio obligado a ceder y que convenía al gobierno de la ciudad para justificar sus políticas de limpieza étnica.
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