Berkeley, California, a finales de los 1940s. Nicholas Brady solo estudió un par de meses en la universidad de dicha ciudad porque se negó a seguir un cursillo de instrucción militar obligatorio por aquel entonces. Ese arriesgado y precoz gesto antimilitarista le puso en el punto de mira ante una sociedad profundamente anticomunista. En una tienda de libros que frecuenta entabla amistad con uno de los dependientes, Philip K. Dick, un autor de ciencia-ficción que está empezando a vender sus primeros cuentos. A principios de los 1950s Nicholas empieza a experimentar unas visiones que según le es revelado, proceden de una entidad extraterrestre que decide llamar Sivainvi (acrónimo de Sistema de Vasta Inteligencia Viva). Comparte la existencia de estas experiencias paranomales con su amigo Phil, confiando en que su bagaje como escritor de ciencia-ficción pueda ayudarle a ponerles algo de sentido. Con el paso de los años ambos empezarán a sospechar que dichas visiones pretenden ayudar a derrocar a Ferris F. Fremont, quien ha accedido a la presidencia de los EE.UU. tras los atentados a varios presidentes y candidatos, dando lugar a una deriva totalitaria en el país que no lo diferencia demasiado de la Unión Soviética.
Quien esté familiarizado con la biografía y/o la obra de Philip K. Dick advertirá rápidamente que Radio libre Albemut noveliza las experiencias paranormales que este autor padeció durante gran parte de su vida. Efectivamente, el libro relata de una forma sorprendentemente original y madura las mismas visiones que sus fans recordarán de Valis (que es el acrónimo inglés de Vast Active Living Intelligence System). Sin embargo, lo que en esta última era una exégesis desquiciada de la visión gnóstica de Dick tenía de Dios, se transforma aquí en un argumento perfectamente planeado y orquestado que recoge exactamente las mismas ideas. Así, los elementos autobiográficos sobre revelaciones asombrosas, paleocristianismo y misticismo se mezclan con una trama típicamente dickiana sobre totalitarismos y conspiranoias herederos de la tensión entre los dos bloques de la Guerra Fría.
Sin duda merece mención especial el giro metanarrativo del texto, con el propio Dick como uno de los personajes principales. Destacaría la fina ironía y el humor con que se trata a sí mismo: por un lado quiere transmitir la imagen oficial de escritor muy concienciado con la situación política de esos Estados Unidos ucrónicos que se han separado de la realidad de conocemos con la elección de Fremont; pero por otro deja bien claro que el mundo le conoce como el escritor de ciencia-ficción rara que hace apología de las drogas, cuestión a la que vuelven una y otra vez tanto él como los demás personajes. Por cierto que además de las visiones, también es fácil reconocer otros elementos autobiográficos relacionados con el mundo de la droga que ya aparecían en Una mirada a la oscuridad. Por último solo me queda reconocer mi admiración por la habilidad con que el gran PKD consigue compatibilizar las Sagradas Escrituras con sus (¿aparentemente?) disparatadas visiones provocadas por aliens del espacio profundo, pero bueno también es cierto que esto podría interpretarse como una crítica a la profunda ambigüedad de la Biblia, capaz incluso de dar cabida a una lectura en clave ciencia-ficción.
La contraportada de la edición de Ultramar nos informa que esta novela fue encontrada tras el fallecimiento del autor y publicada póstumamente. Me ha parecido tan absorbente y bien construída que no puedo evitar pensar qué otras maravillas podria haber escrito de no haber muerto con tan solo 53 años. Recomendadísima y super fácil de encontrar en las librerías de segunda mano por un par de euros o menos.
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