Hace ya unos días que terminé de leer Middlemarch. Me ha dejado tan agotado que ningún momento me ha parecido adecuado para escribir la correspondiente reseña, así que con la clara intención de quitármela de en medio ha resultado esto que os disponéis a leer. Y no es que no me haya gustado, al contrario, prueba de ello es que he estado casi dos semanas en plan hormiguita dando cuenta de ella un buen rato todos los días. Pero también tenemos que reconocer que los gustos cambian con los tiempos y no se puede negar que estamos ante una novela decimonónica arquetípica de desarrollo lineal, personajes y acciones realistas, sobreabundancia de explicaciones y marcada intención didáctica. Y que no se nos olvide: casi 900 páginas en la edición de Alba. Conste que George Eliot domina a la perfección la narración y tiene una habilidad extraordinaria para diseccionar el comportamiento humano, regalándonos unos análisis y unos símiles muy agudos. De hecho podría decirse que estamos ante un compendio exhaustivo de los actos y pensamientos que nos caracterizan como especie, despreciables en su mayoría y nobles solo en contadísimas ocasiones. Además el personaje principal, la joven Dorothea Casaubon (de soltera Brooke), es una proyección de las ideas progresistas de la autora, ya que ansía un conocimiento y una libertad de acción que estaban vedadas a la mujer en aquellos días. Pero, pero, pero, a pesar de todos los aspectos positivos, son casi 900 páginas que a mí me han parecido algo folletinescas. Problemas en los matrimonios por un lado, tejemanejes de solteros para conquistar a sus amadas y a sus padres por otro, las dificultades para salir adelante de éstos y aquéllos, las fortunas amasadas por medios poco íntegros de alguno, los chantajes de personajes recuperados de un pasado oscuro, los cotilleos de provincias, las mansiones, etc. etc.
La BBC preguntó a 80 y pico críticos de fuera de UK cuál consideraban que era la mejor novela británica de todos los tiempos y eligieron ésta. Yo desde luego no soy ningún especialista y no he leído ni la mitad de la mitad de la mitad de lo que debería haber leído para tener criterio, pero sí puedo decir que Tristram Shandy me parece mucho más moderna, divertida e innovadora, todo ello habiendo sido escrita más de un siglo antes. Y ni siquiera aparece en esa lista con las 25 mejores.
Por cierto, si queréis haceros una idea de la trama y además conocer otra opinión, os recomiendo la reseña de En la ciudad sin cines. Es todo lo precisa y cabal que a mí me habría gustado hacer ésta, pero lo que estáis terminando de leer es prueba fehaciente de que no me han quedado fuerzas.
Tengo por casa "Silas Marner" de esta misma autora, pero es una novela relativamente corta (menos de 300 páginas). Habrá que leerla. Te felicito por haber tenido la paciencia para enfrentarte al tocho de "Middelmarch." Lo cierto es que a veces la gran literatura aburre soberanamente. Sobre todo, la novela decimonónica, que es interminable, lo cuenta todo, se demora en lo más nimio, hasta que el sufrido lector empieza a cerrar un ojo, luego el otro, la página se desdibuja un poco y finalmente el librote cae al suelo. Dormir, tal vez soñar... Algunos clásicos yo no he podido terminarlos. O si lo hice fue a trompicones y en largos periodos. Casi por obligación. Con "La Regenta" por ejemplo no he podido. Me venció su aridez. Me da igual que proclamen todos los profesores del mundo que es una obra maestra. Lo será. Pero es una obra maestra aburrida. En cambio, los cuentos de Clarín son maravillosos, y también alguna novela corta como "Doña Berta." Cuando el autor empieza a dar vueltas y no termina me desespero. Ya decía Voltaire que el arte de aburrir está en contarlo todo. Lo que no importa que se lo guarde. La literatura no puede ser espejo de nada porque es una reelaboración imaginativa y no un informe forense o una fotografía. Las fotografías viejas amarillean y la literatura aburrida igualmente amarillea, por mucho que proclamen su excelsitud. Me parece que la imaginación, la fuerza creadora, también incluye, como la buena poesía, la concisión: el encanto de lo breve y exacto. Perdón por la digresión y un cordial saludo.
ResponderEliminarPues ni tan mal, para no gustarte la novela realista del XIX ni las tramas sobre asuntos amorosos.
ResponderEliminarTodo tocho o ladrillo(mas si se trata de una obra decimonónica o clásico de antaño) tiende a tener dos bandos: aquéllos que disfrutan su lectura y quiénes lamentablemente, tienen mas arraigado lo contemporáneo. Buena reseña, ¡Saludos!
ResponderEliminar@abc: Estoy contigo en que todos aspectos de una novela que no aporten información de relevancia a la trama deberían eliminarse, o al menos reducirse todo lo posible. Puedo entender que la novela decimonónica tenga que ambientar y describir para transmitir escenarios y situaciones, pero eso no quiere decir que sean necesarios. Lo grave de la situación es que sigue habiendo ejemplos de novelas contemporáneas (malas evidentemente) donde se nos hace perder el tiempo con naderías solo para supuesto lucimiento del autor. Gracias por pasarte y comentar, ya sabes que que tus apuntes me parecen siempre muy, muy bien traídos.
ResponderEliminar@el convincente gon: Totalmente de acuerdo. Mi breve experiencia hasta el momento con la novela del XIX se puede resumir en: George Eliot sí, Emilia Pardo Bazán no.
@Escritor anubarrado: Somos hijos de nuestro tiempo así que vernos devueltos al S.XIX y sus formas aunque solo sea literariamente se nos hace muy pesado. Y que sí, que lo bueno si breve, dos veces bueno.