Hollis Henry ha empezado a trabajar como freelance para la agencia de márketing londinense Hormiga Azul. Hubertus Bigend es el director de la misma y le ha pedido que investige acerca de una misteriosa marca de ropa vaquera cuyas prendas se han vuelto objeto de culto. Bigend piensa que el pasado de rockstar de Hollis puede ser muy útil en esta tarea. Pero las cosas se van a complicar cuando otro empleado de la agencia empieza a ayudarle. Milgrim, que así se llama, estaba en otro proyecto relacionado con los contratos de ropa del ejército estadounidense. Su última intervención para fusilar un nuevo modelo de pantalones ha hecho saltar las alarmas de un misterioso contratista y posible competidor que también anda metido en negocios más turbios con los militares. Así que los empleados de Hormiga Azul van tener que actuar deprisa y montar un plan de defensa, aunque no están muy seguros de que vayan a salir indemnes.
Historia cero es una novela de acción ambientada en 2010 en la que William Gibson emplea todas las estrategias narrativas habituales de sus novelas de ciencia-ficción, pero recurriendo a los elementos tecnológicos reales que existían en torno a esa fecha. No se puede negar que las ideas sobre las que se articula son bastante originales: el mundo de los negocios, espionaje industrial, mercadotecnia underground, etc. Incluye además muchos elementos que a priori pueden resultar atractivos a un amplio sector de lectores: el mundo de la moda, bandas de rock en plena grabación de un nuevo álbum, Londres como otro personaje más. Sin embargo la novela es ridícula hasta provocar aburrimiento. Gibson, fiel al estilo que le hizo famoso con Neuromante, inunda el texto de información totalmente prescindible para la trama. En su momento me hizo gracia, pero ya me quejé de esto mismo la última vez que leí algo suyo. En una estimación conservadora a la baja yo diría que sobra la cuarta parte de lo escrito. Y no se trata solo de sus típicas pedanterías de marcas, objetos y filias tecnológicas, que pueden ir desde cosas bastante conocidas como Gore-Tex, Kevlar o tasers, a otras que no lo son tanto, como Semtex, ekranoplanos o los robots inspirados en animales de Festo. No, es que el padre del cyber-punk hace descripciones agotadoras y da detalles interminables sobre los aspectos más triviales que uno se pueda imaginar y que parecen puestos con el ánimo de rellenar espacio. Porque aportar, evidentemente no aportan nada.
Por lo demás, la trama hace aguas por todos lados. No le tiembla el pulso a Gibson a la hora de introducir más y más personajes a conveniencia y como caídos del cielo (de Londres), para así poder salir de todos los berenjenales en que se va metiendo. La sensación de incredulidad al leer solo es comparable al fetichismo tecnológico del autor. Además una pátina cinemátográfica inunda el texto, como si al escribirlo ya estuviera pensando en una posible venta de derechos para una adaptación a la gran pantalla. Eso sí, como hay tanta acción y tantos diálogos las páginas vuelan. Aunque mucho menos se tarda en no leerlo y seguro que es más reconfortante. En definitiva, que ya estoy muy cansado del rollo de Willian Gibson y con este título suyo se le ha acabado el conteo en Das Bücherregal.
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