El argumento de Washington Square es bastante simple y muy decimonónico. Catherine, la hija del reputado doctor Slope, es una muchacha muy correcta, muy simple y muy obediente en edad casamentera. Físicamente no se puede decir que sea fea, aunque nunca destacaría ni por su belleza ni por su estilo. Su padre es plenamente consciente de sus limitaciones, especialmente por el contraste que supone con su difunta esposa, que según se nos presenta, era un dechado de virtudes: guapa, inteligente, ingeniosa, etc. Lo que sí tiene Catherine es una herencia anual de $10.000,00 que le dejó su madre al fallecer y la asignación de unos $20.000,00 más de su padre para cuando se case. Tanto dinero puede aportar muchísimo atractivo a una joven pavisosa (en palabras de su propio padre). Así que cuando aparece en escena un tipo guapo, culto, viajado, arrebatador, un tal Morris Townsend, que es primo del prometido de una sobrina de Slope y que lamentablemente no tiene oficio ni beneficio y resulta vivir a expensas de su hermana viuda (con cinco hijos además), las alarmas de nuestro médico neoyorkino se disparan.
Como muy bien dice la contraportada de la edición de la editorial Eneida, la novela de Henry James constituye un duelo de voluntades. Una tensión contenida, pero presente en todo momento, se va acumulando capítulo tras capítulo deformando el carácter de la pobre Catherine, que resulta el personaje peor parado, un pelele sin opinión con quien juegan unos y otros. Por si no fuese suficiente con su padre y su pretendiente, cada uno tirando de ella en sentido contrario para que se adapte a sus respectivos intereses, tenemos también a Mrs. Penniman en danza. Hermana del doctor y viuda, vive con ellos en la casa de Washington Square. Lavinia, que así se llama la tía de Catherine, es una mujer bienintencionada pero irreflexiva. Enamorada de la idea del amor, se transforma en cómplice y confidente de Morris, pero por desgracia para todos, sus contradictorios y siempre cambiantes consejos no van a ser de mucha utilidad a nadie y van a enredar aún más una situación de por sí complicada.
En definitiva, estamos ante una historia bastante triste donde al final lo de menos importancia es si el compromiso matrimonial se materializa o no. Según lo veo yo, el interés del autor es más bien mostrar cómo podemos destrozar la vida de dos personas por los prejuicios y por una concepción equivocada del amor y la protección. Porque las cosas como son: el doctor Slope es un desalmado que en primer lugar considera a su hija una especie de discapacitada emocional sólo porque no cumple las expectativas que el había depositado en ella. Como si solo mereciesen ser felices o llevar una vida propia las personas que él considere dignas de ello, gente triunfadora y no mediocres de su propia sangre. Los cuidados enfermizos que despliega sobre ella, los aires de superioridad intelectual y el trato condescendiente a que la somete conseguirán con los años justo lo contrario: que Catherine refuerce su personalidad y sea capaz de defenderse de los ataques de su padre como un contrincante a igual nivel. Como contrapartida, el precio que ha de pagar para llegar a ser una mujer segura de sí misma es la pérdida del gran amor de su vida. Pero bueno, no todo es tan sencillo en la vida real y en este caso, tampoco en la novela. En ese sentido nos encontraremos con una agradable sorpresa en los capítulos finales (por lo menos para mí lo fue).
No me puedo quejar de este primera experiencia con Henry James. A destacar la impresionante descripción de los personajes, de sus caracteres y sus personalidades. Aun cuando la prosa es super sencilla e inmediata, consigue expresar con una exactitud y una elegancia pasmosa el complicado mundo de los sentimientos. Los capitulos caen uno tras otro a un ritmo endemoniado, aunque también es verdad que hay muchísimos diálogos, que eso siempre aligera el paso. Si algún pero he de ponerle, es la total contención de los personajes, por otro lado algo imposible de desvincular del tipo de sociedad en que fueron paridos (la novela data de 1881). Esa devoción y ese respeto incuestionable que se tiene al progenitor resulta inconcebible hoy día. Mientras leía el libro me iba indignando poco a poco contra el tirano absolutista que es el doctor Slope por la castración emocional a que estaba sometiendo a Catherine, siempre por supuesto por el bien de ella. Pero bueno así eran las cosas entre las clases pudientes de finales del S. XIX. Tenéis más reseñas en Solo de libros, Orgullo y prejuicio y Qué leería Jane Austen.
Yo me he estrenado con "La vuelta del torno", que no tiene nada que ver con esta obra. Me gustó su estilo. Este libro puede ser una buena continuación.
ResponderEliminar@Bea MDG: Tengo el tuyo en inglés, fruto de un regalo (bueno más bien fruto de una limpieza de libros "este no lo quiero, toma te lo regalo"). Como todos los que tengo en inglés pendientes de leer en idioma extrangero la pereza me supera. Ahí siguen, año tras año.
ResponderEliminar@cities:Miving Lo entiendo. Yo aún tengo pendiente empezar a leer en inglés!
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