Mediados de los 1950s. Un laboratorio de investigación de la India encuentra lo que parece ser un remedio infalible contra el cáncer. Siguiendo los protocolos habituales, Shri Bahanba, el director del proyecto, envía una muestra a varios centros de investigación del mundo para que lo contrasten de manera independiente. Cuando llega el momento de testear en seres humanos Bahanba se inyecta la sustancia a sí mismo sáltandose todas las normas existentes. Por suerte puede comprobar que efectivamente el JL3, que es como se ha denominado al agente, revierte las formas de cáncer que se ha inducido. Solo queda esperar que el resto de sus colegas hagan los experimentos necesarios para corroborar sus hallazgos. Pero en el ínterin empiezan a revelarse algunos efectos inesperados de la cura. A las fantásticas posibilidades que estos efectos secundarios ofrecen a la especie humana, se suman unos riesgos que podrían llevar a la extinción de la vida en la Tierra. Así que tras discutir la situación con el Primer Ministro de la India, Bahanba y él se embarcan en un viaje por los diferentes países donde hay una muestra en estudio para exponer los riesgos a los laboratorios consultados y a los jefes de estado de cada uno de ellos. Entre esos países está Francia, y en el laboratorio que se está investigando la muestra trabaja Roland Fournier. Roland lleva unos meses embarcado en una tórrida historia de amor con Jeanne Corbet. Ambos están casados y tienen hijos, así que son conscientes de que va a ser muy difícil para ambos poder formalizar lo que sienten. Sin embargo todavía no saben que la existencia del JL3 dificultará todavía más las cosas.
El gran secreto es una novela de intriga construida sobre una historia de ciencia-ficción. Escrita a principios de los 1970s, responde de lleno a una tendencia temporal muy de la época que incluye trama política internacional, acción, misterio y romance. Aunque leída casi 50 años depués resulta inevitable percibir un regusto añejo, no se puede negar que está muy bien urdida. René Barjavel entremezcla con gran habilidad y tino sucesos y personajes históricos de la segunda mitad del Siglo XX con una conspiranoia salida exclusivamente de su imaginación. A todo esto hay que sumar elementos propios de Zietgeist de aquellos años: la división del mundo en los bloques Capitalista y Comunista, la Guerra Fría y la amenaza nuclear, las crisis energéticas y del petróleo, etc. A mí me quedan vagos recuerdos de todo ello de mi niñez, así que la nostalgia ha conseguido vencer la indiferencia que me provocaban los agotadores malabarismos del escritor francés para lograr que encajen los hechos reales con los ficticios. A esto hay que sumar el mareo que provoca la no linealidad de la narración, que va saltando hacia adelante y hacia atrás en el tiempo, y además mezclando puntos de vista de diferentes personajes. Esta urdimbre no es que sea difícil de seguir, pero me ha parecido otro ejercicio circense, una culminación forzada del "más difícil todavía" totalmente innecesaria.
Por otro lado y en lo tocante a los aspectos de ciencia-ficción, el autor francés consigue crear un ambiente opresivo en que elementos típicamente utópicos (comunidades cerradas que se pueden entender como un posible avance evolutivo del homo sapiens), se mezclan con otros de carácter apocalíptico debido a las implicaciones negativas de esa milagrosa sustancia descubierta en Bombay. Pero cuando Barjavel se pone a hablar de ciencia e investigación en los laboratorios a mí no me ha parecido muy convincente. Excepto por el uso de animales para la experimentación, que era tan infame en los 1970s como ahora, como bien se recoge a lo largo de la novela, el escritor francés no transmite mucha credibilidad. De hecho cuando nos da detalles sobre el cáncer más bien da la impresión de meterse en camisa de once varas. Aunque también podría ser que en los años que han transcurrido desde que se escribió ha cambiado tanto el enfoque sobre esta enfermedad que lo que nos cuenta es difícil de creer. De una forma u otra, ese aspecto flaquea claramente.
En cuanto a conflictos humanos, inevitables dado el excesivo peso de la historia de amor entre Jeanne y Roland, actúan como contrapunto de toda la acción de intriga. El amour fou de la pareja se estira hasta provocar la desesperación del lector, resultando así cansino y agotador. No seré yo quien niegue que relaciones tan, tan intensas puedan existir, pero desde mi punto de vista son un recurso bastante probre para dar cuerpo a una novela. Más interesante me han parecido las luchas dentro de la comunidad utópica. Por un lado se detecta un tufillo antropocentrista cuando se exaltan los aspectos positivos del ser humano, escogiendo los que mejor encajan en la historia: el ansia de conocimiento, la pasión por los nuevos descubrimientos, las fantásticas posibilidades que presenta el futuro, etc. Pero por otro, pasas dos páginas y no hay más que egoísmo, pasiones desbordadas, violencia y destrucción, que por lo menos a mí me parecen más inherentes al ser humano que todas esas pamplinas de grandeza de nuestra especie que se repiten desde los medios una y otra vez mientras acabamos con la vida en nuestro planeta. ¿En qué quedamos entonces? A resultas de esta esquizofrenia uno sabe si calificar a Barjavel de iluminado o de simplón complaciente. Desde luego la lectura es entretenida y no da descanso al lector. El problema es que a poco que analices no ves más que contradicciones y majaderías bienintencionadas, pero majaderías al fin y al cabo. Por resumir, un libro intrascendente que ha quedado un bastante anticuado en forma y fondo. No llega a la categoría de insulto, pero hay que subir bastante el nivel de tolerancia a las pamplinas para terminarlo.
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