El ingeniero químico Prokop, especialista en explosivos, ha sintetizado una sustancia capaz de liberar con facilidad toda la energía presente en los fundamentos de la materia: la krakatita. Atribulado por las implicaciones éticas de su descomunal poder destructivo y muy enfermo por haber descuidado su salud durante largas jornadas de trabajo, Jiří Tomeš, un antiguo compañero de estudios se tropieza con él por las calles de Praga. Le encuentra semiinconsciente y delirando, así que lo lleva a su casa para que se recupere. Sin embargo Tomeš, que es un crápula y un estafador en toda regla, aprovecha la indefensión de su estado febril para sonsacarle parte de los secretos de tan prometedor material. A partir de ese momento, la vida de Prokop se convertirá en una aventura en la que distintos gobiernos y peligrosas organizaciones secretas harán todo lo posilble para que les ceda la fórmula de tan misterioso y poderoso compuesto.
Voy a ir directamente al grano, como suelo hacer cuando estoy indignado porque considero que me han tomado el pelo. La krakatita es una novela que sobre un escaso 10% de contenido de ciencia-ficción se vende como una de las más ingeniosas y anticipatorias novelas del género a cargo del pionero europeo Karel Čapek, quién desde un concienzudo punto de vista filosófico pone de manifiesto los riesgos de la tecnología cuando se enfrenta cara a cara con la ambición humana. No contentos con ese despliegue de originalidad, que hasta ahora nos había sido negada porque el texto no había sido traducido al español hasta hace bien poco (2010, por la ya desaparecida editorial El olivo azul), al (supuesto) argumento principal de ficción especulativa se añaden toneladas de atractivos enredos: ¡intriga, acción, misterio, romance! Pues bien, llamemos a las cosas por su nombre: estamos antes una narración bastante irregular que despliega más del 80% de su contenido sobre una trama romántica. Capítulo tras capítulo he tenido que asistir atónito a los devaneos amorosos del protagonista con hasta un total de tres mujeres: una misteriosa dama cuyo nombre nunca conoceremos y que está relacionada de menera turbia con Jirka Tomeš; Anči Tomeš, la hermana pequeña de Jirka; y por último la princesa Wilhelmina Adelhaida Maud de Hagen-Balttin. Solo la relación con esta última tiene peso, porque la presencia de las otras dos lo único que hace es rellenar páginas.
No voy a negar que efectivamente el escritor checo acertó de pleno en sus planteamientos sobre la amenaza que supone la capacidad aniquiladora de la energía atómica cuando ideó la sustancia que da nombre a la novela. Y que hay también momentos muy intensos en la relación con la princesa, en los cuales se plantean conflictos muy bien traídos. Pero ni lo uno ni lo otro es suficiente para sostener una trama que va y viene sin ningún objetivo claro. Tanto es así, que en la recta final la historia da un giro de 180 grados para desbarrar sin control, saltando de organizaciones criminales de corte anarquista -tan de moda en la literatura de principios del S. XX- a lo sobrenatural en cuestión de minutos. Y todo ello sin que a Čapek le tiemble el pulso ni ningún lector ponga el grito en el cielo. Salvando las distancias de tiempo y espacio, mi desconcierto e indignación eran comparables a los que recuerdo haber sentido al terminar El hombre que fue jueves, tanto por la temática como por el despropósito del cierre. Tenéis más reseñas en Solo de libros, El quimérico lector y La décima víctima, donde todo son alabanzas y elogios y ¡qué maravilla de novela! ¡Qué arte mezclando géneros, qué ritmo, cuánto ingenio derrocha el autor, bla, bla! Me quedo algo más tranquilo al comprobar que en El sitio de Ciencia-Ficción han tenido la decencia de informar de que efectivamente, la novela flaquea por los cuatro costados.
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