Ya es oficial: no soporto a Tom Wolfe. No soporto sus artículos enmarcados en el «nuevo periodismo». No soporto ni su estilo insufrible de aires épicos y gloriosos, ni sus temas típicamente estadounidenses donde se ensalza al capitalismo sin la menor intención crítica. Su papel de bufón de la clase alta, contra la que lanza su sarcasmo pero
a la cual es más que evidente que admira, me resulta patético. Ese rollo "me empapo de los asuntos a investigar en primera persona para transmitiros las sensaciones y sentimientos que provocan de manera fidedigna" me parece un peñazo y lo que es a mí, no me aporta nada, pero nada de interés, básicamente porque lo que experimente Wolfe en su persona no tienen por qué coincidir con lo que experimente yo en la mía.
Las Décadas Púrpura recoge un total de 21 artículos que escribió en las décadas de los 1960s y 1970s. Lo he dejado en el segundo texto, "El último héroe americano". Se trata de un relato pesadísimo sobre una carrera de coches donde no solo no he visto nada que me interese lo más mínimo, sino que Wolfe se masturba sin descanso con su prosa pseudoheróica para no narrar más que bobada tras bobada. Pamplinas sobre el "ambiente" del circuito, pamplinas acerca de los "muchachos y muchachas" que han acudido a ver las competiciones, más pamplinas de las barbacoas de los espectadores y un tal Junior Johnson que es ese piloto a quien se refiere el título y que nos presenta como un semidiós salido de los arrabales pero que personifica la esencia de una subcultura que vive al margen del establishment cultural bla, bla, bla. Poco más de cincuenta páginas han bastado para aceptar que no es lo que ando buscando en un libro.
En mi descargo diré que me costó solo dos euros y que mis intenciones eran las mejores. No pongo en duda que estos artículos sean de interés para analizar fenómenos socioculturales de los 60s y 70s del siglo XX (fenómenos socioculturales estadounidenses, claro). De hecho supongo que por eso lo compré, a pesar de que tanto La banda de la Casa de la Bomba y otras Crónicas de la Era Pop como La palabra pintada & ¿Quién teme al Bauhaus feroz? dejan entrever sin el menor atisbo de duda el enfoque caduco, arrogante y condescendiente de Wolfe. ¿Pero qué puedo decir? Han pasado tres años desde la última vez que leí uno de sus ensayos, y en este tiempo me he dado cuenta de que no merece la pena perder ni un minuto leyendo libros que no te gustan. Le he dado margen de sobra a éste y no he sacado nada bueno. Así que punto final para Tom Wolfe en Das Bücherregal.
Mis felicitaciones por esta reseña sincera y demoledora. Hace tiempo servidor leyó por curiosidad una colección de artículos de Wolfe: Emboscada en Fort Bragg, o algo parecido me parece que se titulaba el libro. Coincido contigo en la valoración crítica: rigurosamente insoportable. Primero, porque trataba de temas que solo pueden interesar en los EEUU; segundo, porque los artículos eran largos, farragosos y pesadísimos; y, tercero, porque el aroma reaccionario que desprendían las páginas las hacían bien poco apetecibles. Además, Wolfe estaba tan preocupado por atacar y ridiculizar a la nueva izquierda que perdía toda objetividad y espíritu realmente crítico; sus artículos eran panfletos fachas de calidad más que dudosa; demoledores, pero de malos. No dudo que con ideas reaccionarias se puede hacer buena literatura (hay ejemplos bien conocidos), pero las perlas de Wolfe a mí me parecieron pésima literatura, alambicada y repelente, sin gracia, aun pretendiendo ser graciosa, que es lo peor. Será uno de los padres del nuevo periodismo, pero Wolfe es intragable, y me parece que de él no queda nada, excepto el ridículo personaje disfrazado de punta en blanco. Por lo demás, existe un consenso universal en que sus interminables novelas son una castaña.
ResponderEliminarUn fraude Tom Wolfe.
Saludos cordiales.
@Pol: Me alegro de no estar solo en estas apreciaciones. Todo lo que se lee de Wolfe son maravillas, con lo cual si dices que es arrogante, denso e insoportable te arriesgas a que te pongan a caldo. Según lo describes imagino que te puedes referir a La izquierda exquisita, más que nada porque Emboscada en Fort Bragg es una novela corta suya que me leí hace años y no uno de sus libros de artículos. Yo con las novelas no he tenido tan malas experiencias pero por simpatía tampoco piendo dedicarle tiempo a este pesado. No se me ocurre una forma mejor de calificarle: pesado. Bueno igual sí: inaguantable.
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