Esta colección de cuentos gustará a los aficionados al terror cósmico lovecraftiano. Que digo gustará, ¡entusiasmará! ¡Inyectará miedos atávicos en sus venas para saciar sus ansias de oscuridad y pavor durante meses! Thomas Ligotti recoge toda la tradición y el estilo del malogrado autor de Providence para recrearla, incorporando a la vez elementos propios que sin embargo se alinean a la perfección con todo el horror que destilaban sus títulos. Grimscribe. Vidas y obras contiene un total de trece relatos cortos que vapulean al lector sin que, paradójicamente, lleguen a ofrecer nada demasiado concreto. Nos acercaremos a reservados ocultistas, inefables ritos paganos, misteriosos artilugios, seres salidos de las profundidades de la tierra o extraños portales a otros mundos. Y gracias a la habilidad de Ligotti, serán capaces de ponernos la piel de gallina más por los efectos que causan en la psique de los espectadores/víctimas que por lo que efectivamente llega a ocurrir.
A nivel estilístico los cuentos comparten las características habituales de la obra de H. P. Lovecraft: adjetivación sobrecargada para expresar horror y repugnancia (tiene una especial querencia por las excrecencias, tumores y pústulas), ciudades de arquitectura y urbanismo inextricables cuyos elementos imposibles alteran la poca paz de que gozan los personajes, protagonistas depresivos e inestables llevados al límite de la cordura mediante mundos oníricos o visiones interdimensionales de espanto que cuestionan la seguridad de la realidad que conocemos. En fin, una maravilla, un atracón de miedo procedente de mundos ignotos y seres despiadados. Puedo entender sin embargo que no sea plato de gusto para muchos lectores, porque en realidad, los relatos no siguen el esquema tradicional de presentar un conflicto y resolverlo. De hecho en casi todos los casos (podríamos quitar el casi, no nos engañemos), la forma prima sobre el fondo. Yo soy el primero que se ha quejado en este blog cuando me he topado con textos así. Pero las circunstancias me fuerzan a hacer una excepción con el terror cósmico. Porque eso es justo lo que gusta a los aficionados. Así que no me importa demasiado si el 80% del relato es una mera descripción angustiosa y asfixiante de escenarios espeluznantes en los que ocurren sucesos fantásticos que quiebran la razón.
Por cierto que tras consultar La Tercera Fundación, mis sospechas se han confirmado: varios de los títulos compilados en este tomo se seleccionaron para aparecer en La fábrica de pesadillas. Seis de trece, casi la mitad. Se trata de 'La última fiesta de Arlequín', 'Los anteojos de la caja', 'Nethescurial', 'A la sombra de otro mundo', 'La escuela nocturna' y 'El glamour'. De todas formas hace siete años que lo leí, así que no me ha supuesto gran problema porque solo me resultaban vagamente familiares y al releerlos han recreado las mismas sensaciones de desazón e inquietud malsana que la primera vez.
Muchas gracias por la reseña. Siempre he sido un fan del solitario de Providence, así que su discípulo Ligotti me tiene que gustar por fuerza. Sin embargo, no he leído nada de él; tan solo lo conozo por referencias y como uno de los autores norteamericanos más afortunados en eso tan intangible y malsano como es el llamado terror cósmico. Malsano, porque como muy bien se dice en la reseña, en este horror pesadillesco con elementos de ciencia ficción prima aparentemente el manierismo de la forma sobre el fondo; las estructuras de los relatos son poco claras, o bien los peores caen en una reiteración pesada, abusiva y aburrida (como en ocasiones sucede con el genial, pese a todo, H. P. Locvecraft). Pero también son como un pozo sin fondo en donde culebrean los seres más monstruosos concebidos por la mente humana. Ese fondo insondable, psicológico, mental, es el fuerte del horror cósmico. Es el miedo interior, de los sueños y pesadillas.
ResponderEliminarEs interesante que el propio Locevraft se desentendiera de vez en cuando de toda lógica en sus relatos, zambulléndose en mundos oníricos tan fascinantes como caprichosos, recargados, visionarios, plagados de personajes fantásticos y arquitecturas delirantes ("Los viajes al otro mundo" y su ciclo de aventuras oníricas de Randolph Carter son una maravilla de la fantasía más desbordante). Es el triunfo absoluto de lo irracional y de los sueños, o mejor pesadillas. Quizá este modelo de relato onirico sea la consecuencia inevitable del terror cósmico (que es exterior porque engendra monstruitos con tentáculos; pero que es sobre todo interior al ser psicológico, subjetivo; su raíz es esa: la locura, la pérdida de la razón). Forma y fondo.
Los relatos lovecraftianos (y seguramente ligottianos) van al fondo, porque sus imaginerías obscenas, monstruosas y recargadas tienen una fuerte dimensión subconsciente, evocando horrores bien sumergidos en la psique de cualquier lector: reminiscencias de pesadillas, miedos obsesivos, fantasías malsanas de todo tipo o el dominio de la locura y la muerte sobre las certidumbres racionales. Por esta razón, o su falta de razón, estos cuentos son tan eficaces, adictivos y los mejores casi hipnóticos. O sea, que son relatos de horror cuya forma no desdeñaría un Freud para interpretar los arquetipos del horror universal. El horror interior. Recuerdo que Scorsese decía hablando del cineasta David Cronenberg: en un género que muchos consideran limitado, vulgar y para adolescentes, Cronenberg ha conseguido brillar con un estilo propio basado en metáforas internas y horror externo. Esto mismo, creo yo, es lo que sucede con los buenos autores del terror cósmico: el miedo interior engendra todo tipo de monstruos grotescos y babeantes que son reflejo de mentes atormentadas o trastornadas. Pululan por nuestra mente y no se quieren ir de allí. A veces, nos dominan. Es un horror nuevo, moderno y ateo. Una pesadilla.
Lamento el rollo, pero Lovecraft me encanta je je.
Saludos cordiales.
@abc: ¡De rollo nada! Sabes que me encantan tus comentarios, siempre tan completos y sacando a la luz aspectos que están claramente presentes y que siempre me quedan por repasar (por pereza, porque se me escapan o porque se me quedan a un nivel subconsciente y solo los reconozco cuando alguien los menciona). Tienes que darle una oportunidad a Ligotti, a ver si lo consideras un digno heredero de Lovecraft. Espero que sí.
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