Agilulfo Emo Bertrandino de los Guildivernos y de los Otros de Corbentraz y Sura, caballero de Selimpia Citerior y de Fez, sirve al emperador Carlomagno en su lucha contra los musulmanes que amenazan su imperio en una guerra que se prolonga ya muchos años. Agilulfo es un modelo de dedicación y entrega en la contienda. Pero no existe. Es decir, dentro de su armadura blanca, no hay nadie. Aun así, debido a su gran fuerza de voluntad y su fe en la santa causa que los mueve, es capaz de prestar sus inestimables servicios.
El caballero inexistente me ha parecido por encima de todo una historia divertidísima en forma de libro de caballería. Detrás de todos los tópicos de aventuras que podamos asociar al género (batallas contra los infieles, secuestros de doncellas, los Caballeros del Santo Grial, etc. etc.), hay un enfoque humorístico inequívoco que provoca la risa por los disparates que se narran sobre los numerosísimos personajes que se embuten en una trama tan breve.
De todas formas no hay que olvidar en ningún caso que Italo Calvino trata además muchos temas de transfondo filosófico para dotar de sustancia al texto. La existencia, la voluntad, la indentidad. La percepción de uno mismo y de los demás. Todo ello orientado a destacar la profunda contradicción que bulle dentro del ser humano. Temas sociales también hay: los abusos del poder, la búsqueda de una sociedad igualitaria. De todas formas cada uno de estos apectos puede ocupar poco más que una página o unos cuantos párrafos aquí y alla. No creo que el autor italiano tuviera en su ánimo hacer un tratado sobre ninguno de ellos. Actúan como contrapuntos a una trama aparentemente frívola de la que destacaría el dominio del lenguaje de Calvino, pues logra transportarnos a la Edad Media (o a la idea que ha tenemos de la misma), con la ayuda de sintaxis arcaizantes y el léxico propio de las historias de caballería. En definitiva una obra divertida y con mensaje que se lee en un par de sentadas. ¡Y a otra cosa, mariposa!
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