En Sudáfrica se está librando una guerra civil. Michael K. todavía mantiene su puesto de jardinero del ayuntamiento de Ciudad del Cabo, pero ya se escuchan rumores de que va a haber despidos. Es un hombre de treintaipocos años con discapacidad intelectual que pasó su infancia en instituciones del estado. Además tiene un labio leporino, así que se ha vuelto muy reservado con la gente debido a su aspecto tan peculiar. Su madre, Anna K., ya es bastante mayor y tiene serios problemas circulatorios, así que no puede continuar trabajando como asistenta doméstica. Empieza entonces a recordar la granja en la que nació, cerca de una pequeña ciudad del interior llamada Prince Albert. Según dice, los únicos días felices de su vida los pasó allí. Michael cree que sería buena idea que los dos se marcharan para allá, donde podrán escapar de la inseguridad y el peligro constante de Ciudad del Cabo, Así que parten rumbo a Prince Albert sin ser muy conscientes de las dificultades que les esperan en el camino.
Vida y época de Michael K narra la odisea de un hombre por huir del horror de la guerra e intentar volver a una vida más sencilla y honesta. La utopía de extraer los frutos de la tierra con el propio esfuerzo se revelará como una gesta titánica, cuyas probabilidades de éxito se verán mermadas precisamente por el caos que engendra un conflicto armado.
Divida en tres partes, en la primera y última un narrador en tercera persona relata las vicisitudes por que pasa el protagonista. En la segunda, el médico de un centro de readaptación en el cual Michael ha sido internado, nos cuenta en primera persona lo complicado que resulta ayudarle. La prosa de John Maxwell Coetzee es tan pura, sencilla y acertada como siempre. Sorprende el desapego y distanciamiento del narrador de las secciones uno y tres, en contraste con el tono desesperado y impotente de la segunda. En mi opinión, en la parte central donde asistimos a los mejores momentos de esta obra. En ella tenemos acceso a los habituales despliegues de genialidad del Nobel sudafricano, que a base de enfrentar dialécticamente al doctor y Michael, desmonta todas nuestras ideas preconcebidas acerca de cómo se debe vivir la vida. Todas la prioridades y metas que sin duda hemos interiorizado por crecer en sociedad se derrumban de un plumazo en ese toma y daca que se establece entre ambos.
Frente a la segunda parte, las otras dos pierden algo de fuerza. Consisten en un relato lineal de acontecimientos, con una fuerte componente descriptiva. A pesar de que asistimos a momentos muy duros, esa separación emocional que el narrador establece con el protagonista, que prodíamos incluso calificar de frialdad, logra que no nos afecten sus desgracias. Ese lenguaje tan preciso, tan cuidado pero a la vez impersonal, de alguna forma nos protege de los graves problemas por que pasa el Michael. Lo cual no es óbice para que su caracterización sea magnífica. Su registro es directo, sus reacciones transparentes y humildes, sus réplicas imbatibles. Justo lo que podríamos esperar de alguien con discapacidad intelectual. También el médico es totalmente veraz. Tanto su idealismo como sus esfuerzos por ayudar, resultan creíbles por inútiles y patéticos. En definitiva a pesar de que fue galardonada el premio Booker de 1983, no está entre mis novelas favoritas de Coetzee. Y aun así, sobresale muy por encima de la media de lo que he leído este año.
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