9 dic 2020

Seis formas de morir en Texas - Marina Perezagua

Dos historias se entrelazan en Seis formas de morir en Texas. La primera está protagonizada por Xinzàng, el nieto de un preso chino. El corazón de su abuelo fue empleado en el oscuro negocio de tráfico de órganos que se atribuye al gobierno de aquel país asiático. El budismo que practica la familia prescribe que el cuerpo al completo debe reposar si queremos proporcionar paz al alma del difunto, así que el joven se embarca en la búsqueda del órgano, algo que su propio padre no pudo completar. En la otra conocemos a Robyn, una joven estadounidense de poco más de treinta años que con tan solo dieciseis años fue acusada del asesinato de su madre y condenada a la pena capital. Desde el corredor de la muerte de una cárcel de Texas establece una relación epistolar con su padre y con Zhao, un joven cuya papel en la trama no he podido averiguar porque como podéis comprobar por las etiquetas de la entrada, no he terminado el libro. De hecho lo he dejado apenas pasadas las cincuenta páginas, una muestra de precocidad que es sin duda lo único bueno que puedo asociar a esta lectura. Quiero pensar que en algún momento las dos tramas convergen de alguna forma, pero, ¿quién sabe? Yo desde luego no, y me importa cero absoluto.

La prosa de Marina Perezagua es densa, rebuscada, artificiosa. Se compone de frases interminables en las que se combinan yuxtaposiciones, conjunciones y subordinadas de relativo. Y no solo la forma es cargante, más aún lo es el fondo. Son pomposas y afectadas, tanto que me provocaban un gesto de rechazo físico en la cara, retirándola incoscientemente para alejarme de ese texto repulsivo. La autora sevillana peca de sabionda y sabelotodo. Es sentenciosa y se expresa con una gravedad impostada y forzada. Con un registro presuntuoso que no encaja ni con los personajes (especialmente con Robyn), ni con la  historia. Su rimbombancia resulta cargante y poco creíble. Los símiles con que decora la narración son más numerosos de lo necesario,y lo peor del caso es que en muchos casos son inexactos, imprecisos o directamente erróneos. En concreto y sin entrar en muchos ejemplos, actividad que me resulta mezquina e inútil, Robyn demoniza los alimentos basados en soja y enaltece el consumo de carne hasta cuatro veces en las cincuenta páginas que he resistido. Por un lado resulta difícil entender que una joven que se ha pasado más de la mitad de la vida en la cárcel tenga esas preocupaciones. Y por otro tampoco se entiende cómo es que reproduce todos los prejuicios y bulos que se oyen de cuando en cuando en torno a la soja. Y todo ello simplemente para rellenar espacio y epatar, porque no aporta nada de nada de nada a la trama.  

Y luego está la cuestion del sexo. Por lo que parece la nueva narrativa femenina otorga al sexo una relevancia incuestionable que yo encuentro difícil de justificar desde un punto de vista literario y narrativo. Quizás se deba a una necesidad de expresar su sexualidad de primera mano y no vista como objeto de deseo del hombre, que queranos que no, ha venido siendo lo habitual durante siglos. Si hace tan solo unos días me quejaba de la zafiedad de muchas descripciones de diferentes prácticas sexuales en Su cuerpo y otras fiestas, de Carmen Maria Machado, en la única carta que Robyn escribe a Zhao antes de abandonar la lectura me he encontrado con poco más o menos lo mismo. En esta ocasión, una mezcla insufrible de lirismo y vulgaridad permiten a Perezagua expresar el deseo de la condenada por entregarse carnalmente a Zhao. Imágenes de mástiles enhiestos y puentes sólidos y resistentes se mezclan con semen, flujos vaginales y exhibiciones de lujuria fetichista de sadomaso soft y fantasías de dominación/sumisión. Ni que decir tiene, tan pronto como me percaté del panorama recorrí muy, muy por encima el resto del capítulo en forma de misiva. Pocas páginas después decidí renunciar a terminar este truño. He curioseado por Internet y en general los medios son bastante ambiguos al reseñar este libro, algo que como poco debería activar las alarmas del posible lector. De todas formas en ABC y la Revista Contrapunto se expresan con claridad y no tienen reparos en señalar los numerosos defectos que han encontrado.

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