Mike va de visita a Tokyo a conocer a la familia de su difunto marido, Yaichi Origuchi. Su cuñado Ryoji, hermano gemelo de su esposo, tiene ciertos prejuicios sobre esa relación y sobre la homosexualidad en general. Sin embargo su hija Kana acepta con total naturalidad a su tío canadiense y está deseando presentarlo a todos sus amiguitos.
Gengoroh Tagame es conocido sobre todo por sus cómics de subgénero bara: manga homoerótico con una fuerte carga de violencia, fetichismo y BDSM. Sin embargo El marido de mi hermano es apto para todos lo públicos. De hecho se trata claramente de un artefacto de activismo gay, pues la trama intenta combatir los prejuicios y el rechazo a la homosexualidad desde un enfoque muy adaptado a las particularidades de la sociedad japonesa. Según nos cuentan los personajes, la discriminación al colectivo LGBTQ+ en el país del sol naciente es muy sutil y de índole social. No se caracteriza por agresiones ni violencia, sino que más bien los lleva al ostracismo y al aislamiento de su entorno.
El proceso de asimilación y aceptación que experimenta Ryoji está sacado de manual pero tiene algunos momentos muy elocuentes. El esfuerzo que realiza en cambiar su forma de pensar se ve marcado por la proyección que hace en la pequeña Kana de los problemas que experimentó con su hermano, ya que hubo un distanciamiento entre ambos cuando Yaichi salió del armario ante él. Y eso es algo que no estaría dispuesto a repetir si se diera el caso con Kana. Porque al fin y al cabo podrían gustarle las chicas al hacerse mayor. La historia es muy sencilla y emotiva, y trata de normalizar no solo la homosexualidad, sino otra serie aspectos en los que Japón se muestra bastante tradicional y reaccionario: familias monoparentales (Ryoji está divorciado y es quien cuida de su hija porque su ex-mujer prefirió dedicarse a su carrera profesional), tatuajes (que se relacionan con el crimen organizado y los delincuentes), etc. No deja de ser una pena que el catalizador de ese cambio tenga que ser la muerte de su hermano (sí, otro personaje gay más que cumple con el estereotipo), pero también hay que reconocer que el fallecimiento de alguien cercano nos remueve por dentro y hace que nos replanteemos muchas cosas de nuestra vida.
En cuanto a apartado gráfico, los dibujos son en tinta negra, excepto unas pocas páginas introductorias en color en alguno de los cuatro tomos originales. Cuando los personajes están en primer plano están perfectamente delineados, pero si forman parte de un escenario o paisaje, las caras se simplifican para mostrar los típicos ojos y bocas niponas habituales en el manga. Por cierto que a modo de curiosidad es la primera vez que leo un manga en su formato original, esto es de derecha a izquierda y empezando por la esquina superior derecha de lo que en occidente sería la última página del volumen. Tampoco es que haya leído mucho manga, pero en esas escasas ocasiones anteriores se habían adaptado al formato occidental. Lo cierto es que no supone ningún problema y enseguida te acostumbras.
Gracias a tu crítica he leído y disfrutado este cómic. Aunque no es Jiro Taniguchi, G. Tagame consigue emocionarme y que no me cabree con la lentitud y alargamiento de la historia propio del manga.
ResponderEliminar@adugar: ¡Gracias por la confianza! Me alegro de que lo hayas disfrutado. Es un cómic sencillo pero muy simpático, deja muy buen cuerpo. Gracias por pasarte por aquí y comentar.
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