El joven Mark-Alem pertenece a la poderosa familia albanesa de los Qyprilli a través de la línea materna, con lo cual no ostenta el apellido. Sus bien situados tíos le consiguen un empleo en el Tabir Saray, un organismo oficial que se encarga de registrar e interpretar los sueños de todos los habitantes los Estados Unidos Otomanos. Esta todopoderosa institución es conocida y temida en los cuarenta y tantos países que los componen, pues de los análisis que hacen de los sueños de la población y sus tendencias pueden inferir intentos de golpes de estado, el resultado de batallas o guerras, incluso catástrofes naturales. El protagonista seguirá una carrera meteórica en el "palacio de los sueños", recorriendo los diferentes departamentos en orden ascendente de importancia en cuanto a su relacion directa con el Sultán, jefe del gobierno, quien cada viernes recibe puntual el denominado Sueño Maestro que influyen en sus decisiones.
Me tropiezo con El palacio de los sueños en un reciente post de El niño vampiro lee y la trama me llama poderosamente la atención. Así que me pongo con esta novela de Ismail Kadaré, un total desconocido para mí hasta ese momento, pero que según compruebo en la Wikipedia que tiene un premio Principe de Asturias de las Letras y ha sido nominado varias veces para el Nobel de Literatura.
Ambientada en un trasunto del Imperio Otomano en una época no especificada (mediados del S. XIX quizás, por lo que se deduce de los medios de transporte), se trata de una fantasía kafkiana que para mi sorpresa no resulta demasiado deprimente. Mark-Alem es un mero engranaje en la maquinaria estatal del Tabir Saray, que se localiza en un inmenso edificio pesadillesco. Pasillos interminables y desolados, funcionarios reservados y desconfiados de maneras hoscas, enormes estancias donde siempre hace un frío desapacible, timbres que rigen las estresantes actividades de los empleados. La sensación de desamparo es apabullante. Sin embargo el respaldo de su importante familia consigue transmitir cierta seguridad al lector a pesar de las situaciones tan misteriosas a las que debe enfrentarse. Esa es en definitiva la impresión final que me transmite la novela: el ser humano como elemento sin capacidad de decisión y/o elección, ya sea como parte de la maquinaria del estado o en la familia/sociedad. La crítica a los aparatos del estado y a los totalitarismos es doblemente comprensible si tenemos en cuenta que Kadaré escribió la novela a finales de los 1970s, cuando aún vivía en Albania, por aquel entonces uno de los países comunistas más opacos para Occidente. Aparentemente esta es una de las obras más reputadas de este escritor. A mí no me ha disgustado, pero a excepción de la ambientación kafkiana, que le ha quedado bordada, no he terminado de encontrar la gracia. Es muy ligerita y se lee en seguida, lo cual siempre es bueno. Tenéis más reseñas en Un libro al día y Koratai - Literatura japonesa y de otras latitudes (como en este caso).
Como decía en la entrada (y gracias por el enlace), a mí me dejó bastante frío la primera vez que la leí hace muchos años. No veía la maravilla de la que me habían hablado. Quizá al releerla ahora sin tantas expectativas, o con una idea bastante aproximada de lo que me iba a encontrar, me ayudó a disfrutarla mucho más. Y aunque hay admiradores de Kadaré que dicen que esta no es su mejor obra, a mí me parece extraordinaria. Pero sobre gustos...
ResponderEliminarSaludos
@el niño vampiro: Reflexionando sobre la cuestión, yo diría que no he terminado de conectar con la historia por el trasfondo aristocrático de la familia Qyprilli. Quiero decir, ese contexto de linaje distinguido entroncado con el poder es algo que queda a años luz de mi experiencia personal. Nada que ver por ejemplo con El desierto de los tártaros, que también mencionas en tu post, con cuyo protagonista y trama resulta inevitable identificarse por ser de validez universal. En todo caso y diferencias de gustos al margen, gracias a ti por pasarte por aquí y darme pistas desde tu blog, de donde he sacado más de una lectura en los últimos meses.
ResponderEliminarRecientemente leí "El palacio de los sueños" me resulta innovador la propuesta creativa de Kadare mediante el Tabir Saray, la inmersión de Mark Alem al palacio y sus rápidos ascensos develan al final del texto que no todo es fortuito,transparente y libre de las influencias externas al palacio cómo en principio se quiere hacer ver en la primera aproximación del protagonista al palacio.. Pareciera el lector estar presente frente a dos tramas; una en relación a la organización, funcionamiento, capacidades de control y límites del Tabir Saray; otra enfocada a las consecuencias que implica ser un funcionario del Tabir Saray (las dificultades para reconocer los límites de la frontera del sueño y la vigilia, el extrañamiento del protagonista frente a la realidad insípida del "mundo real" y también el imaginario operante en las masas ajenas y externas al palacio (temor, obediencia, misterio, especulación, etc).. Finalmente la trama que desarrolla una histórica, intensa pero velada lucha por el poder que nos expone el avance de Mark Alem dentro del palacio y las consecuencias para su familia... A mí en lo personal el texto me gustó bastante; no obstante, por las mismas posibilidades de efectos que puede tener la existencia de una institución de control como el Tabir Saray creo que el texto me deja con la sensación de quedarse corto, evitando la densidad y abstracción que brinda el mundo onírico... Pero bueno todo es cuestión de gustos.
ResponderEliminar@Anadenanthera Peregrina. Estoy contigo en que el Tabir Saray tenía muchas posibilidades para lo fantástico, pero es muy probable que Kadaré las obviase para tratar otros aspectos más relevantes para él. Gracias por pasarte por aquí y por tu comentario, que yo diría que es una crítica al completo.
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