Aaron Boone tiene serios problemas psicológicos, así que lleva años en tratamiento con el doctor Philip Decker. Su psiquiatra parece haber descubierto que las pesadillas que Boone sufre, en donde visualiza atroces asesinatos, reflejan de hecho las terribles matanzas que su paciente lleva realizando varios años. Este hallazgo termina por vencer la poca resistencia que le quedaba y acosado por el rechazo que se provoca a sí mismo, decide quitarse la vida. No obstante, su intento de suicidio fracasa y una vez en el hospital, nuestro hombre coincide en la sala de urgencias con Narcisse, un extraño individuo que también parece haberse autolesionado de alguna forma. En su delirio paranoide, su compañero de habitación no hace más que hablar de Midian, un lugar mítico donde habitan los que sufren, los marginados, seres singulares que no pueden vivir en la sociedad que conocemos. Boone consigue recopilar algunos detalles sobre la localización de este extraño paraje entresacados del parloteo inconexo de Narcisse. Es cuando sin más, decide huir precipitadamente en busca de la única idea que ha conseguido inspirarle un poco de consuelo desde hace mucho tiempo. Sin embargo las cosas no le resultarán fáciles. Decker revela a la policía sus sospechas, así que los agentes de la ley saldrán en su búsqueda. Cuando por fin llega a Midian, para su desgracia advertirá que las cosas no siempre son lo que parecen, teniendo que asumir por las malas que ha sido la cabeza de turco de una descomunal mentira.
A principios de los 1990s ví una película que se llamaba Razas de noche y que resultó ser obra del mismo director de una de las películas más perturbadoras e inquietantes que había visto hasta entonces: Hellraiser. Años después me tropiezo con Cabal. Razas de noche curioseando libros de segunda mano en el Rastro. Clive Barker me parece muy bueno cuando se trata de relatos cortos, pero sus novelas se me hacen bastante insufribles, de hecho todavía recuerdo la malísima impresión que me causó la primera parte de Imajica, tan fresca la tengo que parece que la hubiera terminado hace sólo un par de días. La que hoy me ocupa hace aguas por todos lados: personajes sin caracterizar, falta de coherencia en el desarrollo, capítulos que no aportan nada a la trama, relato de sucesos que parecen pensados exclusivamene para su posterior guionización (sexo, visiones sobrenaturales, etc.), diálogos epatantes, final abierto para opción a segunda parte, etc. Lo único que creo que merece la pena destacar es el tema central que trata, ya conocido por otros textos del británico: la marginación y el rechazo que la sociedad biempensante muestra hacia los que son diferentes. De nuevo el ser humano exhibe una crueldad y un sadismo que supera con creces al más terrible engendro del averno. Las alegorías aquí son tantas como queramos pensar, aunque sabiendo que Barker es gay y que en 1988 (fecha en que escribió la novela), estabamos en plena crisis del SIDA, todo hace pensar en una crítica a la despreciable homofobia imperante que no hacía sino diezmar a los homosexuales enfermos a causa del VIH.
En definitiva, creo que debería haber dejado el libro apilado en el montón en que estaba tirado. No es que pagara mucho por él, pero como experiencia literaria ha sido bastante inútil, muy vacía. Si no habéis visto la película, en mi opinión y según la recuerdo es mucho más recomendable. Aunque esa es otra, en plena crisis de los 40 hice propósito de volver a ver films de terror/fantásticos que me impactaron a finales de los 1980s-principios de los 1990s, pensando no sé, que me rejuvenecería volver a experimentar las mismas sensaciones que entonces. Pues bien, no pasé de la primera (Society, de Brian Yuzna). Veinte años despúes me pareció insoportable y ridícula, ¿cómo podía haberme gustado a mí semejante pamplina? Así que preferí mantener el buen recuerdo de las restantes, y es que admitámoslo: todo tiene su momento y veinte años solo se pueden tener una vez. Volviendo al tema que me ocupa, en general las reseñas de la blogosfera son mucho más benévolas que la mía, os dejo las de El jardín del sur y Rescepto, que como suele ser habitual en él, es muy completa y aporta opiniones muy interesantes.
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