Jónas tiene casi 50 años y lleva más de ocho divorciado. No ha tenido sexo con ninguna mujer desde que rompió con su esposa. Su hija no es en realidad su hija biológica. Su madre está en una residencia de ancianos con síntomas de senilidad. En definitiva, lleva bastante tiempo siendo muy infeliz y decide suicidarse. Pero para evitarle a su hija el disgusto de encontrar su cuerpo inerte, opta por marcharse a un país recién salido de una guerra civil para acabar con su vida allí. Es así como reserva una habitación en el Hotel Silencio por una semana. Se lleva un par de herramientas básicas de bricolaje para disponer la soga con la que piensa colgarse del techo de la habitación. Una vez en el hotel, que está en muy mal estado como resultado de los enfrentamientos armados, hace unos arreglos básicos para tener agua en la ducha, lo cual llama la atención a la joven co-directora del mismo. Ella le propone alojamiento y comida gratis si les echa una mano para reparar el resto de habitaciones. En la ciudad se corre la voz de que es un manitas, así que empiezan a lloverle ofertas, con lo cual su intención original de suicidarse se va restrasando día tras día.
Hotel Silencio es una novela corta muy sencilla escrita con un lenguaje muy simple y directo. Las reflexiones de Auður Ava Ólafsdóttir se centran principalmente en los efectos que una crisis existencial causan en el ser humano. La situación no afecta solo al protagonista, sino también a su mejor amigo, Svanur. Uno y otro exponen las infamias que el ser humano causa en sus congéneres, no solo de una manera general sino también muy concreta en relación con sus seres queridos. Los personajes masculinos se muestran meditabundos y abatidos, torpes e incapaces de sobreponerse a los golpes de la vida. A ellos se contraponen los personajes femeninos, mucho más preparados para lidiar con los problemas humanos. La hija y la madre de Jónas (las dos se llaman Guðrum), y la joven co-directora del hotel, May, muestran una decisión y un empuje para salir adelante que el caso de esta última es todavía más manifiesto al haber sobrevivido a una guerra.
La historia me ha parecido simpática y agradable. Se da cuenta de ella en una sentada o poco más. No obstante creo que el deseo del protagonista de acabar con su vida no es en absoluto verosímil. Más que una depresión grave que le lleve a barajar el suicidio como única forma de escapar de su infelicidad, Jónas parece tener una crisis existencial. Quizás por eso es capaz de poner en contexto sus desgracias y relativizarlas cuando se enfrenta a los supervivientes de una guerra. En ese sentido creo que Auður ha errado el tiro al hacer de su personaje un suicida, e incluso me molesta esa banalización de la depresión. No resulta raro tratar de trivializar el sufrimiento de un depresivo mostrándole ejemplos de personas que, a ojos del acusador, están pasando por situaciones mucho más graves. Como si sufrir una depresión fuera el capricho de un malcriado. Y eso, que es un poco lo que yo he visto en esta obra, es una estrategia totalmente errónea y contraproducente. De todas formas, como en ningún momento me he creído el dolor de Jónas tampoco es que me haya indignado ni nada por el estilo. En realidad visto como una alegoría de la superación de los problemas a través de la relación con nuestros semejantes, el libro resulta inspirador y estimulante.
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