La amistad del profesor Charles Kinbote con el gran poeta estadounidense John Francis Shade apenas se prolongó durante cinco meses. Sin embargo debido a las particulares circunstancias de la muerte del bardo, su viuda Sybil le autorizó a convertirse en el editor del que fue su último poema 'Pálido fuego', acabado el día anterior a su fallecimiento. Y en eso precisamente consiste Pálido fuego, la desquiciada novela de Vladimir Nabokov que me ocupa hoy. Se trata de un artefacto narrativo divertidísimo y desmadrado que a modo metaficcional se presenta como el supuesto libro editado y comentado por Kinbote. El tomo se divide en un prólogo, el poema 'Pálido fuego', los comentarios al mismo y un índice aclaratorio al final.
Lo que ocurre es que la amistad entre el profesor y Shade no era tan intensa y especial como el primero suponía. Así pues, a medida que vamos leyendo los apuntes que el desquiciado erudito hace a un poema inequívocamente autobiográfico, nos daremos cuenta de que se trata de un personaje extremadamente pintoresco, singular y veleidoso que vive completamente al margen de la realidad y está obsesionado con la revolución proletaria que ha derrocado al rey de Zembla, el país nórdico ficticio del que procede. Su ridículo y absurdo interés por detectar la historia de su pueblo en esos versos conseguirá sacarnos carcajadas, pero también desesperarnos al comprobar la megalomanía casi patológica de nuestro hombre.
La destreza e ingenio de Nabokov para retorcer la interpretación del poema son asombrosos. Sus apuntes y referencias son una exhibición de la vastísima cultura que poseía y de su gran habilidad para el oficio de escribir. El personaje de Kinbote tiene unos delirios de grandeza y una egolatría que contrasta con el pragmatismo y sencillez de Shade. No obstante será su esposa Sybil quien pondrá contra las cuerdas las fantasías del zemblano, mostrando un rechazo directo y descarado a la presuntuosa intimidad que finge tener con esposo. El texto funciona también como una novela de intriga, ya que todas las entelequias sobre la monarquía y la revolución zemblana que Kinbote proyecta en los comentarios del poema empezará a revelarnos pequeños detalles sobre el editor, transformando de esta manera un texto disparatado en una sorprendente narración de misterio repleta de elementos folletinescos.
Me temo que no voy a poder dar detalles más concretos porque destriparía la trama, arruinando de esa forma la inigualable experiencia que supone leer este libro, que por cierto me ha mostrado una faceta de Nabokov totalmente diferente a la que conocía por sus otras obras.
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