Dos guionistas que trabajan a sueldo de algún estudio de Hollywood a finales de los 1940s se encuentran con un guión que iba a ser incinerado junto con cientos de otros deshechados por las productoras. Se titula 'Mono y esencia' y lo ha escrito un desconocido llamado William Tallis. Se trata de una historia de ciencia-ficción post-apocalíptica que trascurre en 2108 y que refleja el abrupto descubrimiento de una sociedad involucionada de hombres-babuino que habita en California por parte de un botánico miembro de una expedición científica neozelandesa, uno de los pocos países que no se vio afectado por la destrucción termonuclear provocada por la III Guerra Mundial. Los dos guionistas sienten curiosidad por conocer a Tallis y viajan a su encuentro solo para descubrir que falleció tan solo unas semanas atrás.
Mono y esencia es una obra de ciencia-ficción bastante al margen de lo convencional. La parte de mayor se desarrolla en forma de guión cinematográfico, algo que no sorprende demasiado pues Aldous Huxley trabajó como guionista en Hollywood durante casi una década. El libro se divide en dos partes, la primera, denominada 'Tallis' es una breve puesta en contexto siguiendo un modelo de narrativa convencional; a continuación, se recoge el guión de 'Mono y esencia'. No estoy familiarizado con este formato y tengo que reconocer que éste en concreto me ha resultado bastante pesado. El problema no está en que incluya apuntes ocasionales sobre vestuario, movimientos de cámara, cómo debe ser el plano, o decorados. No, no es eso. La principal molestia se debe al excesivo peso que se otorga a un narrador, algo que no encaja en absoluto en mi idea de cómo se desarrolla una película. Además es de un pedante insufrible, con lo cual nos condenaría a estar todo el rato escuchando una voz en off leyendo poemas de Shelley o haciendo comentarios afectadísimos sin descanso. La verdad es que no me extraña que la productora no se interesara en el guión porque algo así llevado a la gran pantalla tiene todas las garantías de ser un fracaso económico y comercial. Visto así, toda la obra podría incluso ser una especie de chiste metanarrativo bastante ingenioso y coherente.
De todas formas las ideas que recoge el texto son muy interesantes. Hay un profundo transfondo filosófico y de crítica feroz a la sociedad. En especial, su perversa transposición de la religión cristiana en una análoga pero demoníaca está tan bien articulada que te deja boquiabierto a medida que la vas leyendo. Huxley vuelca en esta obra todo el horror que la Guerra Fría estaba empezando a generar, su visión sobre la civilización industrializada y la tecnología es tremendamente pesimista, haciéndonos llegar unos análisis implacables que demuestran cómo el ser humano ha ido volviéndose más soberbio a medida que hemos confiado en el progreso como motor único de la sociedad. No es sólo que nos aniquilemos los unos a los otros, esa actividad la lleva haciendo el hombre desde sus orígenes. Es que además, señala, la destrucción del resto de especies animales y vegetales y de los recursos naturales de la Tierra en base a esa arrogancia tan ciega que nos caracteriza tiene, a la larga, que diezmarnos obligatoriamente. En ese sentido es para ovacionarlo. Lástima que también exponga un contrapunto más bien reaccionairo al encumbrar al amor romántico de pareja, la fidelidad conyugal y la monogamia como la máxima expresión de lo que nos caracteriza como especie. Una lástima la verdad, yo estaba dispuesto a perdonar todo a este libro extraño por esas pocas pinceladas anti-antropocentristas y neoluditas, pero no ha podido ser.
La edición de Cátedra viene precedida por una introducción a cargo de Jesús Isaías Gómez López. Es densa, sesuda y por supuesto destripa la obra no una, sino varias veces, ya que no hace más que darle vueltas una y otra vez a las mismas ideas. Por el tono asfixiantemente culto en que está escrita, parece más bien un estudio académico que se ha metido con calzador para así dar un poco de volumen al libro, ya que el texto original de Huxley son 150 páginas o poco más. Gómez López insiste todo el rato en que estamos ante una distopía, pero como ya he dicho en el primer párrafo, para mí esto es ciencia-ficción post-apocalíptica pura y dura. No voy a volver a polemizar sobre el tema, ya dije todo lo que tenía que decir al respecto en Amatka, pero me parece bastante lamentable que se trate de dignificar una narración por calificarla de distopía. También se queja de que esta obra maestra no ha conseguido el reconocimiento que merece, sin embargo no hay más que leer Un mundo feliz para entender por qué aquélla ha trascendido y ésta no.
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