Un poco de contexto para empezar. Principios del año 2048, año arriba, año abajo. Interior de un refugio nuclear trece años depués de que la III Guerra Mundial haya arrasado con el planeta a base de pepinazos de superbombas atómicas (conocidas también como Bombas Y). El protagonista-narrador en primera persona, Marcelo, chatea con otro superviviente que está en un búnker en la otra punta del mundo. Yo me pregunto, ¿de qué está hecha la infraestructura de Internet en el 2035? Porque ahora mismo es fibra óptica y centros de datos que suelen estar más o menos protegidos contra catástrofes. Pero estamos hablando de superbombas atómicas. ¿Cómo es que bastan dos para borrar a Buenos Aires del mapa, pero aun así, todavía podemos chatear por Internet? Las Bombas Y que han provocado el Armaguedón, ¿no deberían haber derretido hasta lo infinitesimal también todo lo demás? No me cuadra. Al menos con la información que Jorge Carrión da, ese planteamiento no tiene ningún sentido. Y claro si empezamos así, mal vamos.
Los huérfanos es una novela de ciencia-ficción post-apocalíptica que hace aguas por los cuatro costados. No se trata solamente de la incapacidad de lograr la suspensión de la incredulidad en el lector. Las incoherencias y disonancias narrativas están por todos lados. Marcelo, que es un porteño muy internacional que toda su vida ha renegado de su argentinidad, escribe como un español haciéndose pasar por un argentino que quiere hacernos creer que rechaza sus orígenes. Porque no basta con decir coger en vez de follar, remera en lugar de camiseta y concha por coño para dárselas de argentino. Por más que Marcelo insista todo el rato en que su español es mucho más neutro que el que se le supone por su lugar de nacimiento, su supuesta nacionalidad es muy poco creíble. Y a pesar de que corre el año 2048, el protagonista, que tiene cuarenta y tantos años, se empeña en citar referentes culturales que serían fácilmente conocidos por los lectores contemporáneos (mediados de los 2010s): Messi, Juego de Tronos, Sharon Stone en Instinto básico. Una película estrenada más de 10 años antes de que él naciera. Con semejante pastiche yo no puedo entrar en la narración. Imposible.
¿Cómo es entonces que he aguantado hasta el final? La novela se hace medianamente soportable por el concepto de Reanimación histórica. Se trata de una tendencia surgida a partir de la Memoria histórica, a la que suma elementos teatrales de recreación y viviencia en primera persona. Se refuerza además por una novedosa técnica de cirugía estética denominada facing. El facing permite a los integrantes de estas asociaciones transformar sus rostros en los de los personajes originales de los acontecimientos históricos que quieren mantener vivos. No es solo que la Reanimación histórica condujo a la III Guerra Mundial tras décadas de escalamiento y refinamiento en las recreaciones (proceso que está muy bien ideado y relatado por Carrión, las cosas como son). Es que además hay momentos verdaderamente soprendentes, originales y divertidos cuando Marcelo describe los grupos existentes en los informes que redacta para la Comisión de Naciones Unidas en que trabaja. El Black Ku Klux Klan por ejemplo. Brillante. Reconozco también que la estructura me ha percido muy lograda, con secciones que alternan entre la acción en el interior del búnker y los flasbacks sobre la Reanimación histórica. Al final ambas convergen en el desenlace de la III Guerra Mundial y el de la trama post-hecatombe. Pero es que la acción en el interior del refugio nuclear es tan absurda, tan vacía, tan condenadamente aburrida. Un elogio ridículo a la escritura y las palabras por un lado, y a las relaciones humanas y al sexo por otro. Todo ínfulas y muy pretencioso. Una pérdida de tiempo absoluta. No hay idea, por muy original y ocurrente que sea, que pueda levantar una narración basada en un conflicto sin fuerza, sin entidad. Y éste es el caso de este libro. Lo peor de todo es que no se puede decir que no estaba avisado. En La medicina de Togoy ya lo dijeron hace casi cinco años y yo lo visé con un comentario. Y para que no me vengáis con que "ya sabemos cómo se las gasta Tongoy", en Revista de letras también sale bastante malparado.
Pues, menudo patinazo, ¿no? Y mira que "Los muertos" es una novela a la que le tengo un gran cariño, pero, después de leer tu reseña, voy a evitar a este "Los huérfanos".
ResponderEliminar@Lucas Despadas: Eso mismo he pensado yo. A mí Los muertos también me gustó mucho y me pareció super original. Por eso cuando ví este libro en el rastro por 5€ no me lo pensé demasiado. Ni me acordé de la reseña de Tongoy, evidentemente.
ResponderEliminar¡¡Uy!! leer algo que nos cae mal es un baldazo de agua fría, lo que hago en estos casos es no leer (a la brevedad) otros títulos del autor/a, entonces luego con los meses intento con una obra diferente y si vuelve a fallarme, adiós autor XD XD XD.
ResponderEliminar@Scabbers: Si ya pasa un año-año y medio y no he leído autores que me gustan, con los que no me han gustado tiene que pasar al menos un lustro. Carrión queda descartado hasta que se me olvide este truño, ahora que otra cosa te digo: a la tercera va la vencida.
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