5 may 2016

Hormigón - Thomas Bernhard

Rudolf, 48 años, escritor, enfermo de sarcoidosis pulmonar y a todas luces alter ego de Thomas Bernhard, padece un bloqueo de escritor y no consigue ni siquiera empezar su ambiciosa obra sobre Felix Mendelssohn. Ha pasado los 10 últimos años de su vida recopilando información sobre él, pero aún no ha escrito ni una palabra. Durante ese tiempo ha escrito sobre (Arnold) Schönberg, (Max) Reger y Nietzsche solo por no enfrentarse al hecho de que no es capaz de comenzar su libro del compositor romántico. Refugiado en un caserón familiar en el desapacible invierno del campo austriaco, ha pasado las últimas semanas aguantando las burlas y sutiles desprecios de su hermana mayor, único pariente con vida que le queda y con quien le une una relación de amor-odio desde que eran pequeños. No pueden ser más diferentes, ella triunfadora en el mundo de los negocios inmobiliarios, excelentemente relacionada con las clases más pudientes; él un fracasado, solitario e introvertido escritor dedicado a las actividades intelectuales gracias a que procede de una familia acomodada. Su hermana le sugiere que haga un viaje para desbloquearse, despejarse, huir del frío. Entre otros destinos menciona Palma de Mallorca, que a Rudolf le parece el mejor lugar de todo el Mediterráneo y donde su temperatura incluso en enero le vendrá de perlas a su enfermedad. Así que hace las maletas, una grande con toda la documentación sobre Mendelssohn, otra más pequeña con la ropa y se marcha a la ciudad balear.

Vuelta a mi autor austriaco preferido tras unos meses de ausencia. Hormigón es una novela corta que yo clasificaría entre las más accesibles de su obra. Obsesivo e insistente, vuelve a tocar los temas que le son habituales. Se muestra por un lado misántropo y solitario, insiste en poner de manifiesto su desprecio a Austria, a su sociedad, a sus políticos, a la iglesia católica que todo lo controla. Pero por otro lado se nos presenta como un individuo perseverante que a pesar de sus aparentes actitudes asociales y rarezas como ser humano (que por cierto a mí me parecen que deberían ser los atributos normales de cualquier hijo de vecino, visto el grado de podredumbre que nos rodea a todos los niveles), se resiste a perder del todo la esperanza en sus congéneres. Así pues, reconoce que su hermana no es tampoco la mala influencia que se ha empeñado en vendernos, se muestra encantado con poder pasar una temporada en Palma, no desiste en su empeño de escribir su gran obra. Se repite tanto y se contradice tanto, pero lo hace con tanto desparpajo y con tanto arte, zarandeando al lector de un lado a otro, que incluso me ha hecho reír por momentos.

Resumiendo, me ha encantado. ¿Pero cuándo me ha dejado de gustar nada de lo que escribe Bernhard? Aun en los casos en los que te deja devastado, me parece un escritor extraordinario, tanto en forma como en fondo. Más reseñas en Solo de libros, muy convencional y ligerita, un poco como esta misma; El hundimiento de Kovalski, extensísima, completísima, trata en profundidad todos los aspectos de la novela; y El lamento de Portnoy, muy original y con un sorprendente enfoque a la hora de analizar este libro, que por otro lado es lo habitual en ese blog.

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